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Las quejas contra la Universidad de Durango en Pachuca revelan una situación alarmante que deja en entredicho su seriedad y compromiso con los estudiantes. No es aceptable que egresados tengan que esperar años para recibir un título que respalde el esfuerzo invertido en su formación, limitando su desarrollo profesional. Estos casos evidencian prácticas negligentes que rayan en lo fraudulento, propias de instituciones “patito” que lucran con las aspiraciones académicas de jóvenes y familias.

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La reciente marcha de la UAEH en Pachuca demostró que es posible expresar demandas y celebrar derechos de manera ordenada y pacífica, sin afectar a terceros ni generar caos. Este contraste deja en claro la diferencia con las protestas de estudiantes de El Mexe, que con frecuencia terminan en bloqueos, confrontaciones y afectaciones a la vida cotidiana de la población. La libertad de manifestarse es legítima, pero pierde valor cuando se convierte en un instrumento de presión que perjudica a ciudadanos.

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En medio de la celebración universitaria, lo más relevante es que Gerardo Sosa Castelán anunció que a finales de octubre enfrentará su audiencia de juicio oral por los cargos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita. Su presencia en la marcha por la autonomía, acompañado del rector y exrectores, sirvió de contexto para remarcar que, más allá de la efervescencia del día, el proceso legal que se avecina marcará la agenda en torno al liderazgo que ha ejercido en la UAEH durante décadas.

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El caso de Ignacio Primitivo Nava Navarrete en la Huasteca parece el claro ejemplo de cómo un subsecretario puede pasar de ser puente de diálogo a convertirse en parte del problema. Su incapacidad para negociar, promesas incumplidas y conflictos que terminó agravando en lugar de resolver, dejaron en evidencia que no estuvo a la altura de la confianza depositada en él. Ahora, con su despacho cerrado y su salida casi anunciada, lo único que queda es el sabor amargo de un funcionario que acumuló tropiezos.

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El Tuzobús parece se reinventa como una experiencia “multisensorial”: además del retraso habitual y la escasez de rutas, ahora ofrece a los usuarios y automovilistas un espectáculo gratuito de humo negro. Varios ciudadanos incluso han captado en fotos y videos a unidades expulsando nubes densas desde los escapes, prueba evidente de la falta de mantenimiento. Al parecer, la modernidad del transporte público en Pachuca incluye respirar gases tóxicos y adivinar si la nube que cubre el camino es de lluvia o puro escape oxidado.

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