El gobierno de México presentó el Plan Estratégico 2025-2035 para rescatar a Petróleos Mexicanos (Pemex), reducir su abultada deuda y llevarla a la autosuficiencia financiera en 2027. Aunque el proyecto es ambicioso y presenta elementos innovadores, persisten dudas sobre su viabilidad operativa.

México vuelve a apostar por Pemex. El pasado 5 de agosto, la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum dio a conocer un plan integral de rescate para la empresa estatal más endeudada del mundo, con la promesa de sanear sus finanzas, estabilizar la producción de hidrocarburos y dejar de depender del subsidio federal a partir de 2027.

El llamado Plan Estratégico 2025-2035 contempla 13 acciones divididas en dos grandes ejes: uno financiero, que busca reducir la deuda de 98.8 mil millones a 77.3 mil millones de dólares hacia 2030; y otro productivo, enfocado en eficiencia operativa y diversificación energética.

Entre las medidas más relevantes se encuentra la creación de un fondo de inversión de 250 mil millones de pesos, financiado con recursos de Banobras, Nafin, Bancomext y la banca comercial, con el que se pretende cubrir pasivos urgentes y reactivar proyectos clave.

También se lanzarán bonos internacionales respaldados por el Estado y se emitirán notas precapitalizadas por hasta 12 mil millones de dólares, ya con el visto bueno de calificadoras como Fitch, que recientemente elevó la nota crediticia de Pemex a “BB”.

Además, el plan contempla la rehabilitación de refinerías, desarrollo de nuevos yacimientos como Zama y Trion en colaboración con privados, ampliación de la red de gasoductos y un giro hacia energías limpias, incluyendo la exploración de litio en salmueras petroleras.

¿AUTOSUFICIENCIA EN TRES AÑOS?

Aunque el discurso oficial promete que Pemex podrá sostener sus operaciones sin apoyos fiscales a partir de 2027, expertos advierten que los riesgos no desaparecen con voluntad política ni con más deuda.

La eficiencia operativa sigue siendo un reto mayúsculo, y la empresa arrastra pasivos ambientales, tecnológicos y laborales que requieren más que inversiones para resolverse.

El plan no es menor y por primera vez introduce mecanismos de financiamiento sofisticados con respaldo gubernamental. Sin embargo, su éxito dependerá de una ejecución realista, transparente y libre de decisiones políticas que prioricen resultados inmediatos sobre la viabilidad a largo plazo.

Pemex representa mucho más que una empresa para el país: es símbolo de soberanía energética, pero también de décadas de malas decisiones, corrupción e ineficiencia. El nuevo plan le ofrece una nueva oportunidad, acaso la última, de transformarse en una compañía viable, moderna y sustentable.

CRÍTICA ESPERANZADORA

El intento de rescate no puede tomarse a la ligera. Requiere vigilancia ciudadana, rendición de cuentas y, sobre todo, voluntad para corregir errores del pasado.

Si el gobierno realmente apuesta por una Pemex autosuficiente, debe demostrar que este plan no es solo un alivio momentáneo, sino una reforma estructural con visión de futuro. Hay señales positivas, pero el camino apenas comienza.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *