¿Alguna vez te has sentido tan saturado por todo lo digital que solo deseas un respiro? Una constante en la vida de muchos. Te lo dice alguien que ama publicar fotos, comentarios, estados en una, dos o más redes sociales, además, mi smartphone es mi herramienta de trabajo, así que no puedo desconectarme por completo, pero entre llamadas, correos, mensajes y alertas, hay instantes en los que solo quiero apagar todo y respirar. Hablo de actos sencillos pero valiosos: comer tranquila, pasar tiempo con la familia o salir a caminar sin que el teléfono me interrumpa cada dos minutos. Lo curioso es que mi cabeza siempre estaba dividida entre lo que pasaba en la pantalla y lo que ocurría frente a mí. Dejando de lado el mindfulness, que promueve la plena conciencia del ahora, lo cual es casi imposible si constantemente estaba pendiente de notificaciones y sin despegarme del celular.

Caí en cuenta de que, incluso cuando intentaba descansar, la saturación seguía ahí. La desconexión no era solo una opción, era una necesidad. Así que decidí crear mi propio refugio digital, algo que, hasta hace poco, no sabía que tenía un nombre, pero que sin saberlo ya aplicaba en mi vida: una zona libre de tecnología (tech-free), donde me libero de la avalancha constante de estímulos. Lo he convertido en una práctica diaria, en la que absolutamente nada puede interrumpir mi distancia, porque lo considero un acto de amor propio, un recordatorio de que merezco tiempo para respirar, reflexionar y reconectar conmigo misma. La clave está en respetar esa pausa al cien, convirtiéndola en algo sagrado. No necesito más de 20 minutos. Generalmente lo realizo después de mi ejercicio, donde el agotamiento físico y la satisfacción de haber hecho un esfuerzo real se fusionan con mi bienestar mental, creando un equilibrio total entre cuerpo y mente.

Y al pensar en la importancia de este “refugio digital”, me viene a la mente una decisión sorprendente que tomó una de las bandas más queridas por mi hija: Ghost, la famosa banda de metal, la cual en sus conciertos ha prohibido el uso de dispositivos móviles. Aunque la idea de no grabar o tomar fotos en un show parece un gesto radical, ellos buscan algo muy específico: preservar la magia del momento. Al igual que yo, valoran la conexión auténtica, sin la constante interferencia de pantallas. En sus presentaciones, el público está allí para vivir el espectáculo, no para convertirlo en un contenido para redes sociales. Esta política tajante busca mantener esa atmósfera mística y genuina que, de otro modo, podría perderse en medio de la euforia y la saturación digital.

Con ese mismo punto de vista, Bunbury ha mostrado su malestar cuando la audiencia se enfoca más en grabar que en disfrutar la música y el ambiente. En ese interés se ha implementado el uso de fundas bloqueadoras de señal, como Yondr, y que otorga a público se concentre exclusivamente en el presente, creando una interacción auténtica y profunda. El mensaje es claro: la importancia radica en el “aquí y ahora”, sin la intervención tecnológico constante y disfrutar de manera plena.

Grande ha sido mi sorpresa porque en mi intención de compartir esta experiencia, se me abrió una puerta inmensa a una tendencia alineada con nuestro interior. Quizá lo más revolucionario de este siglo no sea estar más conectados, sino aprender a desconectarnos a tiempo para poder escucharnos. En un mundo donde el burnout digital es cada vez más común, y la nomofobia se ha convertido en una realidad diaria para muchos, o donde las Silent parties son más frecuentes y cada quien disfruta la música que desea escuchar, total que todo va enfocado a mejorar y todo es cuestión de decidir: crear ese espacio para ti mismo, liberarte del ruido constante y conectar con lo que realmente importa. Ese refugio personal no solo es una pausa, es un renacer. Y cuando lo logres, sentirás que el tiempo y la calma son los verdaderos protagonistas de tu vida. Hazlo, no solo porque lo necesites, sino porque lo mereces. Y cuando encuentres ese momento, estaré esperando saber cómo lo viviste.

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