El encarecimiento de las rentas, la transformación del paisaje urbano y el desplazamiento de habitantes son señales que ya se manifiestan con fuerza en Pachuca y su zona metropolitana. Lo que por años se entendió como una característica de grandes ciudades como Ciudad de México, ahora se instala con firmeza en la capital hidalguense, donde la gentrificación ya es una realidad.
En colonias como el Centro Histórico, San Javier, El Arbolito y la Zona Plateada, las rentas de vivienda han alcanzado precios superiores a los 10 mil pesos mensuales, duplicando en algunos casos los montos que se pagaban hace apenas cinco años. Esta alza ha provocado que muchas familias de clase media y sectores populares busquen alternativas en zonas periféricas o incluso fuera del municipio, según reportes de medios locales.
El fenómeno también impacta en municipios aledaños como Mineral de la Reforma, Zempoala, Epazoyucan, San Agustín Tlaxiaca y Zapotlán de Juárez, donde el crecimiento urbano ha sido acelerado pero desordenado. En estos lugares se multiplican los fraccionamientos cerrados, centros comerciales y nuevos desarrollos habitacionales que elevan el valor del suelo, sin considerar la infraestructura o la oferta de servicios básicos.
Según el sitio Expatistan, el costo de vida en Pachuca para una persona sola se estima en alrededor de 15 mil 989 pesos mensuales, y para una familia de cuatro personas, en 38 mil 383 pesos. Aunque se trata de un promedio, la vivienda representa el gasto más alto y el que más rápido ha aumentado en los últimos años.
A este escenario se suma la transformación del uso de suelo en zonas tradicionales y pueblos mágicos como Mineral del Monte, Huasca y Mineral del Chico, donde antiguas casas se han convertido en alojamientos para turistas, principalmente a través de plataformas como Airbnb. Esta tendencia, además de modificar el tejido comunitario, eleva el costo de servicios y dificulta el acceso a vivienda para residentes locales.
Académicos de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, como la socióloga Sonia Bass Zavala, advierten que la gentrificación no debe confundirse con un proceso de renovación urbana. Más bien, es un fenómeno de exclusión y desplazamiento que ocurre cuando el desarrollo inmobiliario responde a intereses privados sin regulación ni participación ciudadana.
“Las comunidades de ingresos bajos son desplazadas por nuevos residentes con mayor capacidad económica. Se pierden las redes vecinales, los comercios tradicionales y, en muchos casos, la identidad del territorio”, señala la investigadora en publicaciones de la UAEH.
Los factores que han facilitado la gentrificación en Pachuca incluyen la cercanía con la Ciudad de México, la falta de políticas locales de vivienda social, la especulación del suelo y el impulso de megaproyectos como la Zona Plateada, donde se han construido torres habitacionales, centros comerciales y hoteles sin una planeación urbana integral.
Hasta ahora, no existen en Hidalgo mecanismos públicos efectivos para regular el aumento desmedido de rentas, proteger a arrendatarios o garantizar vivienda asequible. Tampoco hay normas locales que limiten la proliferación de plataformas de renta temporal, pese a los efectos que estas ya generan en el mercado.
Desde la academia y organizaciones sociales se han propuesto medidas como la creación de reservas territoriales para vivienda popular, la regulación de precios de renta y venta, así como la inclusión de vecinos en la toma de decisiones sobre el desarrollo urbano. Sin embargo, poco de esto se ha materializado en políticas públicas.
Mientras tanto, el rostro de Pachuca sigue cambiando. Cafeterías boutique reemplazan a las fondas de siempre, departamentos amueblados para estancias cortas ocupan edificios históricos, y las familias que han vivido generaciones en ciertas colonias comienzan a marcharse porque ya no pueden pagar.
La pregunta ya no es si la gentrificación llegará, sino cómo se enfrentará y si será posible revertir sus efectos antes de que el costo del desarrollo lo pague la población que menos tiene.
