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La justicia avanza en uno de los casos más delicados de las últimas semanas en Pachuca. En una audiencia reservada pero clave, se dictó la vinculación a proceso de cuatro personas por su presunta participación en el brutal ataque que terminó con la vida de dos agentes de la PGJEH. Entre acusaciones de secuestro agravado, delitos contra la salud y posesión de cartuchos de uso exclusivo del Ejército, el proceso judicial seguirá su curso. Mientras tanto, los imputados permanecerán bajo prisión preventiva. Un paso más para esclarecer los hechos y enviar un mensaje: agredir a quienes cumplen con su deber no puede quedar impune.
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Una nueva agresión contra personal de la PGJEH, ahora en Tizayuca, es un recordatorio contundente de los riesgos que enfrentan quienes trabajan por la justicia. Si bien la detención de los responsables es un paso importante, también es urgente reforzar la capacitación, el equipamiento y los protocolos de actuación para el personal de seguridad e investigación. No se trata solo de castigar a los agresores, sino de prevenir que estos hechos se repitan y no suceda otra tragedia.
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Otra vez la violencia se hace presente en la Zona Plateada, donde una nueva riña campal entre jóvenes, captada en video y difundida en redes, vuelve a encender las alertas. No es la primera vez que esta zona, conocida por su vida nocturna y afluencia juvenil, es escenario de enfrentamientos que escalan rápidamente sin control. Golpes, patadas y hasta objetos lanzados en plena vía pública son ya una escena repetida. Urge reflexionar sobre la seguridad y el comportamiento social en estos espacios, antes de que lo que hoy es un escándalo viral, mañana sea una tragedia.
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Lo ocurrido en los bares “Quiubo” y “Friends” de la colonia Santa Julia no solo es preocupante, sino que deja clara la urgencia de revisar a fondo este tipo de establecimientos. Permitir el acceso a menores de edad, operar sin permisos, vender alcohol sin control y detectar sustancias sospechosas no es una nimiedad: es una alerta roja que pone en riesgo la seguridad de jóvenes y vecinos por igual. Además de las clausuras, es momento de reforzar la supervisión, aplicar sanciones ejemplares y garantizar que estos lugares funcionen bajo reglas claras, con responsabilidad y vigilancia constante.
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Lo que debía ser una noche de fiesta terminó en tragedia en la colonia Jorge Obispo, donde un menor de solo 15 años perdió la vida tras una riña durante un baile sonidero. Este lamentable hecho no solo enluta a una familia, sino que también nos obliga a enfatizar la necesidad de garantizar espacios seguros para la convivencia. La combinación de alcohol, descontrol y armas sigue siendo una fórmula mortal. Urge reforzar la vigilancia, fomentar la cultura de la paz y, sobre todo, evitar que más vidas jóvenes se apaguen por actos que podrían prevenirse.
