¿Qué significa abolir el género para el feminismo? ¿Cómo encajamos esta idea con las necesidades de las personas trans? Según la Organización Mundial de la Salud, el género se refiere a los conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres. Las diferentes funciones y comportamientos pueden generar desigualdades de género, es decir, diferencias entre los hombres y las mujeres que favorecen sistemáticamente a uno de los dos grupos.
Vivimos en una sociedad patriarcal, que se ha mantenido desde la prehistoria hasta nuestros días, en la que se ha establecido una jerarquía entre hombres, los que ejercen la autoridad; y las mujeres, las que estamos sometidas a esa autoridad. Este sistema jerárquico es un constructo social, que se ha reproducido a lo largo de la historia asignando papeles distintos en la sociedad a las mujeres y a los hombres: los roles de género. Tan arraigadas están estas creencias que hemos sustituido género por sexo, en nuestro lenguaje, cuando son realidades distintas.
El sexo es una realidad biológica. En el reino animal hay dos sexos: macho y hembra. El sexo lo determina un par de cromosomas sexuales: en mamíferos las hembras tienen XX y los hombres tienen XY. Estos cromosomas determinan el sexo con el que nacemos y las diferencias sexuales entre machos y hembras.
En el caso de la especie humana, a las hembras se nos denomina mujeres y a los machos hombres. Como el sexo viene determinado en la fecundación, según el par de cromosomas sexuales que hayamos heredado, el sexo no se elige. Nacemos hombres o mujeres por azar de la naturaleza.
En cambio, el género no es una realidad biológica constatable, sino que es una construcción social a partir de una realidad biológica, el sexo.
Desde el momento de la concepción esperamos conocer el sexo del feto para decidir de qué color vamos a pintar su habitación, qué ropa le vamos a comprar o qué nombre tendrá. Así que cuando naces niño, naces en el mundo azul. No te ponen pendientes al nacer y te cortan el pelo. Azul y tonos oscuros serán los colores de tu ropa y de tus juguetes. No eres tan sensible y delicado como las niñas, llorar no te estará permitido porque es síntoma de debilidad, cosas de niñas.
En cambio, cuando nacemos niñas, nacemos en el mundo rosa. Nos dejan el pelo largo, nos ponen pendientes, el rosa predomina en nuestra ropa y juguetes y se nos educa afectivamente de forma distinta. Se cree que las niñas son más dulces y sensibles.
Las feministas ya lo sabemos, ser mujer no se nace, se hace. Nacemos con un determinado sexo, que se entiende como natural en función de los genitales. Éste es el que nos toca, y los roles asociados a él no son naturales sino culturales. Esos roles, que conforman el género mujer, nos someten, por un lado, desde el patriarcado, y por otro, desde el capital, que se sirve de esas opresiones para reforzar la estructura de clases sociales y de explotación. En esta línea, desde un amplio sector del feminismo vemos la necesidad de abolir el género.
El sexo es una realidad biológica y el género es el conjunto de normas, creencias y formas de actuar que están en el imaginario colectivo y se asignan de forma educacional según el sexo con el que naces.
El sexo no es bueno ni malo, es natural y la forma de propagación de la especie. El género es la creación del patriarcado para poder explotar a las mujeres de forma sexual y reproductiva relegando su papel en la sociedad a un rol de sumisión e inferioridad al hombre. El género dio comienzo al patriarcado y es lo que lo ha estado manteniendo hasta la actualidad; por eso el género es lo que feministas radicales buscan abolir para crear una sociedad más justa e igualitaria en la que las mujeres seamos iguales a los hombres y no subordinadas.
ABOLICIÓN DE GÉNERO
Desde el momento en que se analizaron las desigualdades entre ambos sexos, las feministas radicales llegaron a la conclusión de que estamos sometidas y limitadas por una construcción social creada desde la visión masculina del hombre y, para liberarnos, deberíamos acabar con ella.
Aun aceptando que, dada la profunda separación que existe en la actualidad entre las dos culturas sexuales, solo cabría alcanzar un equilibrio humano mediante la colaboración de ambos grupos y de su personalidad colectiva fragmentada, es preciso adoptar una posición más radical y exigir la diseminación entre los miembros de uno y otro sexo de esos rasgos socialmente deseables que hasta hoy solo se adscribían al hombre o a la mujer, así como belicosidad de aquél y la exagerada pasividad de ésta. (Kate Millet, Política Sexual)
Y ahora nos toca analizar el punto más controvertido de las diferencias entre sexo y género. ¿Si el sexo no se elige, puede elegirse el género que es una construcción social? ¿Qué significa abolir el género para el feminismo? ¿Cómo encajamos esta idea con las necesidades de las personas trans? Te lo comparto en la próxima columna.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
