En mi columna anterior, hice la primera parte de la columna un tenista con corazón de tenista, esta será la segunda parte, gran anécdota.

¿Alguna anécdota sobre el tenis?

Pues no es precisamente una anécdota tenística, pero se relaciona. Una ocasión, en el año de 1989, Roberto González Rivera, mi gran amigo y tenista, me invita a jugar una partida de frontenis en el CEUNI. Él no sólo jugaba tenis, también jugaba frontenis, era ciclista y practicaba el motocross. Teníamos cuentas pendientes en el tenis porque íbamos uno a uno, me ganaba, le ganaba; así que buscamos la alternativa como criterio de desempate y nos decidimos por el frontenis. Y ahí vamos, pasé por él a su casa y llegamos al CEUNI. Nosotros estudiamos juntos en la Preparatoria No. 1 de la UAEH, íbamos en el turno vespertino. En ese entonces, el día del juego, ya estábamos en la Universidad. Aquel día CEUNI no tenía demasiada afluencia, las canchas del frontenis eran para nosotros solos. Empezamos el juego.

El encuentro resultó más disputado de lo que él esperaba y más cansado de lo que yo creía.  Sin duda, el jugador de casa llevaba ligera ventaja sobre su adversario, pero no me desanimaba, seguía enfocado. Las jugadas en el frontenis requieren velocidad y precisión. En eso estábamos cuando Roberto impacta la pelota de tal forma que esta se abre por el extremo descubierto de la cancha y salgo velozmente en su búsqueda, corría tan rápido como me lo  permitían las piernas y preparaba mi devolución de la única forma que sabía: al estilo tenístico;  eso significaba que la preparación de mi golpe se extendía por mi espalda para después acelerar lo más posible e impactar la pelota. En eso estaba, llevando mano y raqueta por atrás mío, cuando siento un impacto en la mano que me desequilibra y me espanta. Fue un duro golpe. A mí no me pasó nada, pero en eso veo a mi amigo tendido en el piso de la cancha, con las manos cubriéndose el rostro y en un rictus de dolor o espanto que me puso los chinos de punta. Corro hacia él y le pregunto – ¿Cómo estás Beto? ¿Te sientes bien? ¿Te puedes incorporar? – Beto me hizo algunas señales de que se sentía bien y lentamente se incorpora. Sigue con las manos en el rostro y veo algunas manchas de sangre en ellas. Un frío intenso me recorre el cuerpo. Me sentía preocupado y apenado. Le pido que se retire las manos del rostro, para ver qué tenía. Un poco más tranquilo me dice que no me preocupe, que no tiene nada. Se retira las manos completamente del rostro y siento cómo la sangre del cuerpo se va de golpe a mis pies. Beto se tocaba la ceja izquierda repitiendo que no tenía nada. Le digo que era momento de irnos que lo llevaría al médico, que no se preocupara, que le llamara a alguien en casa. No se había dado cuenta que el golpe fuerte no había sucedido en la ceja, lo tenía en el pómulo izquierdo. Le había reventado el pómulo seguramente con el filo del marco de la raqueta. Un tajo le colgaba del pómulo y era espeluznante observar cómo se hinchaba su cara en cuestión de segundos. Salimos tan rápido como pudimos al hospital general. Llamamos a un tío suyo, médico, quien se trasladó de inmediato. Lo ingresaron a urgencias y después de una larga espera, al fin salió. Horas de angustia. Por fortuna, estaba bien. Colaboraron en su cirugía un cirujano y un cirujano plástico, gran trabajo estético. Salió con hambre, no habíamos desayunado. La inflamación había cedido un poco y con el desparpajo de la irresponsabilidad juvenil, nos fuimos a comer una torta de asado. Al terminar la tortuga, la anestesia iba cediendo y lo lleve a casa para que descansara. Lo visité al día siguiente y lo encontré hinchado y morado como si hubiera boxeado dos rounds con Rocky, pero de buen ánimo. El día de hoy seguimos siendo grandes amigos, nos mantenemos en relativo contacto y ocasionalmente jugamos tenis. Nunca más volví a pisar una cancha de frontenis. El mantuvo una pequeña cicatriz sobre el pómulo que, por fortuna, el día de hoy pasa como una arruga más, una experiencia que nos dejó la vida.

A diferencia de las otras arrugas, esta pequeñita tiene nombre y apellido, las otras son meras especulaciones; aún el día de hoy dudo en saber quién de los dos resultó más lastimado, si él por haber recibido el golpe, o yo por haber golpeado a mi mejor amigo.

Por cierto, en el torneo de senior de Real Sport, ganaron los tenistas, Alejandro Balderas el mejor de hidalgo, Alan Ballesteros Conde, y en dobles el ex jugador de futbol Gabriel Caballero.

Como en cada columna te mando un fuerte abrazo, y te mando a guardar una sana distancia y a cuidarte de la nueva variante del covid.

  • Santiagoobregon.ogmail.com    
ACLARACIÓN                                                   
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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