Sin importar el modo de vida, la educación, la economía, el género, los seres humanos tendemos a buscar un vicio, un desfogue o simplemente una distracción que en algún momento se nos escapa de las manos.

Todo aquello que nos sirve para distraernos de la verdad, de lo que no soportamos, de lo que no queremos enfrentar puede convertirse en un abismo sin fondo, en un problema, en una alerta a nuestro mundo.

Muchos de nosotros podemos ver lo que nos gustaría ser, pero no lo hacemos, nos descuidamos física y emocionalmente, nos exponemos, o lo que es peor arriesgamos nuestra integridad y la de los demás.

Como cultura enferma hemos aprendido a vivir llenando vacíos con paliativos poco saludables, víctimas del drama, del narcisismo, de las apariencias, de los manuales de comportamiento, incluso de nosotros mismos, estamos aprendiendo que la euforia es el medio para sentirnos mejor.

Debemos buscar en el fondo, en nuestra historia, en nuestra mente todo aquello que nos está generando esa necesidad, ya sea de trabajar en exceso, de belleza física, de alguna substancia o incluso de personas,  saber qué proyectamos, que significa cada persona, cada acción o incluso cada sentimiento en nuestras vidas, con la finalidad de entendernos y poder vivir de la mejor manera posible.

Es un trayecto cansado, doloroso y sorprendente, pero el resultado siempre será la libertad, incluso de nuestras propias paredes, de nuestros límites, de nuestra cárcel, de nuestros pensamientos destructivos, de aquello a lo que nos volvimos dependientes, de lo que pensamos nunca cambiará, es la puerta a la liberación, paz y salud.

ACLARACIÓN                                                     
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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