En el año 2000 Vicente Fox Quesada, emanado del PAN, fue electo presidente de México tras décadas en que el régimen priista permaneció inamovible en el timón nacional. En años posteriores, con el fin de recuperar lo perdido, el partido tricolor elaboró sus campañas alrededor del concepto de la renovación, la edificación de un “nuevo PRI” que dejaba atrás un pasado oscuro y repudiado por buena parte (probablemente la mayoría) de los mexicanos. Se deslindó, pues, de sí mismo& o eso nos dijo.
Gobiernos priistas construyeron una forma de hacer política y los medios propagandísticos para mantenerla en época electoral. Entre estos eran populares los mítines masivos con cientos o miles de acarreados que sonaban la matraca hasta con la respiración del candidato. El discurso triunfalista eliminaba toda indeseada posibilidad de derrota, ¿cómo vamos a perder?, si somos los mejores. Estas prácticas y formas fueron adoptadas por la oposición y perpetuadas aun tras la debacle del Revolucionario Institucional, se hicieron parte y tradición del proselitismo político nacional.
La pandemia, sin embargo, supuestamente obligó a cambiar la cotidianidad social del mundo entero, México incluido por supuesto; digo supuestamente porque a pesar que desde hace un año autoridades reiteran los llamados a permanecer, en la medida de los posible, en confinamiento social y con restricciones de movilidad, reunión, comercio, entre otras, tal parece que estas medidas carecen de validez ante el interés electoral.
Por ejemplo, uno de los sectores más vapuleado desde la aparición del COVID-19 es el comercial. Establecimientos diversos han tenido que cerrar sus cortinas cuando así lo dictan las autoridades con base en el nivel de riesgo epidémico, lo cual se entiende pues las circunstancias exigen reducir la movilidad y con ella la propagación del virus. Pero luego de un año en “cuarentena”, a negocios (los que sobreviven) les es más difícil apretarse el cinturón.
En contraparte, el año pasado autoridades electorales decidieron que la pandemia no era motivo suficiente para suspender por más tiempo las elecciones municipales que se llevaron a cabo en Hidalgo y Coahuila. Consideraron que un encarecido llamado a partidos y ciudadanía sería suficiente para minimizar riesgos y al final hubo contagios y muertes de personajes involucrados en el proceso electoral.
Este año continúa la emergencia de salud, más de 200 mil mexicanos y mexicanas han muerto a causa del coronavirus y las autoridades todavía consideran que el proceso electoral es inaplazable, aun cuando para este año es el más grande en la historia del país.
El periodo de campañas comenzó el pasado domingo y la alianza Va por Hidalgo, que integran PAN, PRD, PESH y PRI, acudió a las vetustas formas de este último y optó por un evento masivo en el estadio Hidalgo, donde los representantes de cada partido enfatizaron su preocupación y genuino interés por ciudadanas y ciudadanos, aunque los hayan hecho ir en plena pandemia nomás para que les aplaudieran en cada frase.
Un día después, Morena calificó de irresponsable el evento en el estadio Hidalgo (y con razón), pero disculpen si soy escéptico ante su indignación pues señalaron que su campaña será de a pie, casa por casa, como si eso no fuera también un riesgo.
No solo es el PRI, son todos los partidos los que parecen incapaces de renovarse incluso en un contexto emergente como el que enfrentamos actualmente, incluso con la experiencia del año pasado, permanecen anquilosados en sus formas de hacer propaganda que, por ahora, implican un riesgo para todas y todos. Esperemos que las consecuencias no sean lamentables.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
