A veces nos queremos aferrar, nos aferramos a las cosas, a los bienes, a los recuerdos y a las personas, nos aferramos a lo que fue, a lo que pudo ser, a lo que perdimos, estiramos y estiramos la liga, con tal de no soltarnos, agregamos puntos suspensivos a un punto final, empezamos a caminar mirando hacia atrás, o tendemos lazos para asegurar dejarnos la puerta abierta, para sentirnos un poco seguros, para saber que no perdemos.
En ocasiones nos cuesta tanto dejar atrás algo, postergamos los finales, los cambios, los descansos, tanto que la vida nos obliga, lo hace por nosotros, y cuando pasa, las pérdidas son trascendentales, abruptas, sin solución, son de un momento a otro, sin dejarnos reaccionar, sin tregua, es hasta ese momento donde podemos empezar a entender que su misión en nuestra vida se había cumplido, que ya no iba a dar más, que estamos bloqueando el futuro, que estamos deteniendo nuestro crecimiento y evolución, que son etapas cumplidas.
Lo curioso es que puede pasar con cualquier cosa, no solo con personas, con trabajos, con pensamientos, con objetos, con información, con gustos, con costumbres, con estilos, con todo, si ponemos un poco de atención podemos darnos cuenta que todo aquello que no queremos soltar toca nuestras heridas más sensibles y profundas, aquellos puntos débiles que nos están revoloteando en la cabeza y que buscamos sentir en control y seguridad.
Podemos encontrarnos en todo aquello que volvemos puntos débiles, podemos convertirnos en adictos aparentemente funcionales de todo a lo que nos aferramos, podemos pender del hilo de la dependencia, cerrarnos a las alternativas, incluso sabotearnos prefiriendo lo estable y aparentemente correcto, preferimos chocar una y otra vez contra pared, contra la misma pared, con el dolor conocido, que con la valentía de la aventura.
Si el sentido de la vida es el amor, y partimos de esa premisa entonces dejaremos atrás esos apegos, y ese sufrimiento cuando tenemos que aceptar que existen puntos finales en nuestro camino, cuando nos toca dejar ir, cuando invertimos mucho tiempo, cuando llega el momento de soltar, y entonces nos enfocamos en ser lo que deseamos y en encontrarnos con un par a la medida de nosotros, podemos cambiar, girar, incluso empezar de la nada, es ese momento cuando pierde sentido lo que hacíamos día con día, donde entendemos que de nada sirve competir, aparentar, si tú realidad se aleja, de nada sirve ganar, de nada sirve tener, cuando los vacíos dentro de ti no te permiten sonreír y disfrutar, cuando estas perdido.
Lo que deseamos tener llega cuando estás preparado, cuando tú crecimiento personal y tus heridas han sanado, cuando te enfocas, cuando has trabajado lo suficiente, recuerda tienes para lo que te alcanza.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
