Samuel García ya inició su campaña como candidato a la gubernatura de Nuevo León. Célebre desde antes en forma involuntaria (¿o voluntaria?) por cuestionables declaraciones que se propagaron con virulencia desde redes sociales, el de Movimiento Ciudadano ve en plataformas digitales espacio de difusión idóneo para su perfil.
Tan es así que hace unos días se hizo popular un video en el que acompaña a su esposa Mariana Rodríguez Cantú, también ducha en la promoción virtual, mientras ella se sube a una patineta de la que al poco tiempo se cae y un par de niños la ayudan a incorporarse.
Tradición de promoción electoral en este país es que candidatas y candidatos hagan lo que Mariana Rodríguez: aparecer frente a las cámaras haciendo algo de lo que no tienen ni idea pero que es (o creen) cosa común en la cotidianidad de votantes, con el objetivo de generar simpatía: “Miren, también salen a andar en patineta, son como nosotros”, pensarán que dice el electorado.
Por eso Ricardo Anaya, quien inició ya su campaña presidencial (no oficial, al estilo Andrés Manuel), se atrevió a subirse al metro de la Ciudad de México, e incluso a una Urvan colectiva, donde ocupó el lugar de mayor responsabilidad: el que da al chofer los pasajes, aunque su cerebro tuvo que procesar por un momento la situación y lo que debía hacer con las monedas que le dio un usuario, lo cual denotó aquello que sospechamos por mero sentido común, que el excandidato panista nunca usa transporte público.
No obstante, Anaya insiste en mostrarnos su recorrido por el país, en el que convive con gente de a pie, viaja y come con ella, aunque tampoco tenga el gesto unívoco de quien acostumbra comer tacos de pie y que puede sostener, a una mano, plato, servilleta y Boing de mango. “Soy uno de ustedes, me importan, hasta cenamos juntos”, intenta decir entre líneas.
En otro caso similar, bastante más cercano a los hidalguenses, luego de la marcha del 8M en Pachuca la secretaria de Finanzas Jessica Blancas Hidalgo, acompañada de una “brigada de limpieza”, apareció en fotografías y al menos un video, mientras echaba nueva capa de pintura a instalaciones gubernamentales en las que manifestantes hicieron pintas contra la violencia que padecen mujeres.
Sin embargo, las imágenes motivan la suspicacia, pues la funcionaria descubre su falta de pericia pintora al desconocer el uso adecuado de un rodillo e incluso atreverse a esa tarea con calzado que, podría apostar, no es barato y bien pudo terminar con salpicaduras que lo arruinaran. A no ser, claro, que todo fuera un escenario controlado que mantendría a salvo de manchas los tacones de la secretaria.
Varias y más lamentables pifias se advirtieron en esa publicación hecha desde el Facebook de Radio y Televisión de Hidalgo, y que posteriormente replicó Jessica Blancas en su perfil personal, principalmente la criminalización de la protesta al calificarla como vandalismo, así como la cínica manipulación de la opinión popular al responsabilizar a las manifestantes porque tuvieron que comprar pintura y brochas con el presupuesto para pacientes con COVID-19 y desacompletaron el cochinito.
El referido post, por supuesto, ya no existe, pero sí permanecen los pantallazos que dieron usuarios de Facebook y que se encuentran con facilidad.
Que una persona inmiscuida en la vida política del país, o cualquier otra, desconozca cómo vestirse para pintar y no arruinar su ropa, o que jamás haya tenido la necesidad de decir al conductor: “le pasan de dos frente a la tortillería”, o que en su vida se hayan subido a una patineta, no es motivo de vergüenza, escarnio ni señalamiento negativo, pos ni que fuera obligación.
Notable es, sin embargo, la insistencia de funcionarias, funcionarios y personajes de la política en ser vistos en escenarios y situaciones que les son ajenos, de las que no participan pero que sí forman parte de la vida cotidiana de millones de mexicanas y mexicanos. Pareciera que a la fuerza quieren demostrar que son parte de este país y de la mayoría de su población, que conocen sus problemas y preocupaciones porque ellos también las tienen, porque también padecieron y trabajaron, como Samuel García, quien madrugaba para ir al golf o no le pagaban.
Dime de qué presumes y te diré de qué careces, señala el dicho popular. Quizá, entonces, el empecinamiento de estos personajes por generar dicha imagen pretende encubrir la realidad contraria, es decir, el distanciamiento abismal existente entre la clase política nacional y el resto de los mortales.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
