Hace unos días se cumplió un año que llegó la pandemia a México. Hasta el 28 de febrero había más de 2 millones de contagios acumulados y 185 mil 715 personas fallecidas a causa del virus. Estas cifras son por sí mismas una tragedia, pero se acumulan otros perjuicios sociales, económicos y de salud que profundizan la zozobra. 

Enero fue, por mucho, el peor mes de la emergencia. Celebraciones decembrinas y del inicio de año nos enseñaron sin tibieza las consecuencias de relajar las medidas de prevención. Colapsaron hospitales en todo el país, enfermos esperaban cama en pasillos, familiares de pacientes abarrotaron sitios para recargas de oxígeno médico. Afortunadamente la propagación disminuyó y febrero fue más benévolo, por lo que en este inicio de marzo regresó el semáforo amarillo para la mayor parte del país, incluido Hidalgo, pero en este caso es un amarillo con tintes rojos.

El semáforo COVID-19 implementado por autoridades federales es un sistema de monitoreo para la regulación del uso del espacio público; su alerta amarilla especifica que todas las actividades laborales están permitidas. Aunque al comienzo de su aplicación la incidencia de contagios fue el factor que determinaba el cambio de coloración, a estas alturas las modificaciones tienen explicaciones ambiguas y parecen más bien motivadas por intereses económicos, lo cual no es sinsentido, pero haría bien el gobierno federal en hacer aclaración pertinente. 

Además, la aplicación del semáforo COVID goza de relativa autonomía estatal y contribuye a la confusión, pues aunque Hidalgo desde este lunes está en alerta amarilla, 33 municipios considerados zona de riesgo continuarán con reforzamiento de las medidas preventivas. 

Ya sea por la confusión sobre lo que se puede o no se puede hacer en tal o cual color o porque la ciudadanía ya prefiere mantenerse fuera de los sitios concurridos, lugares comerciales tradicionalmente llenos de gente, como Galerías Pachuca o la calle Guerrero, ayer estuvieron a ratos cuasivacíos, lo que viene bien para mantener el descenso en la incidencia de contagios, especialmente con la inminencia de la Semana Santa y un probable rebrote por aquellos bañistas que ya les anda por echarse al agua aupados por la reciente ola de calor. Esperemos que prevalezca la prudencia.

ACLARACIÓN                                                     
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *