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Por extraño que parezca, la bicicleta fue un invento anterior al vehículo automotor, algo que todos damos por sentado, pero que, al momento de desplazarnos, dentro de las ciudades, simple y sencillamente no utilizamos.
Pocas son las personas que han optado por utilizar la bicicleta, independiente a personas que, por los oficios realizados, el andar en bicicleta es indispensable.
Muchas son las quejas, justificadas, que conocemos a diario, sea por los medios de comunicación, sea por grupos de redes sociales e inclusive a través de historias vecinales.
La Ciudad de México fue una de las metrópolis que integró a su programa de movilidad, el uso de dicho medio, pues los sistemas de transporte, tanto públicos como privados, quedaron desde años superados.
En los años setenta, fuimos testigos de grandes construcciones, a los que se les ha dado continuidad e intentos de ampliación, y a pesar de haberse planificado, para que la ciudad tuviera un sistema efectivo de comunicación, a través de la movilidad, el crecimiento de los asentamientos humanos, desbordó cualquier plan o proyecto.
No había más, se debía apostar por otro sistema, y con una gran idea, se proyectó el uso de la bicicleta; el pequeño problema es que, quienes desarrollaron las ideas, perfectos conocedores de las múltiples “teorías de la movilidad”, no integraron un grupo multidisciplinario, que permitiera conocer costumbres e idiosincrasia del mexicano.
Una vez más, se implementaba una política pública sin conocimiento, sin estudios estructurales y globales, sobre afectaciones al resto de los medios de transporte y peor aún, sin establecer una estrategia efectiva, “de tierra”, que permitiera el éxito de este plan.
Al muy estilo mexicano, se lanzó el proyecto, pareciera que, “para ver como salía e irlo arreglando en el camino”, y se iniciaron afectaciones a vías de comunicación, en donde no había mayor espacio.
Al día de hoy, ya son miles de capitalinos que utilizan la bicicleta, aunque pocos de ellos, de manera regular a diario, y menos aún, automovilistas conscientes del derecho y respeto a los ciclistas y a los peatones.
Con relación a las autoridades de tránsito, peor aún, pues independiente de desconocer las regulaciones prácticas del uso de la bicicleta, han sido medio para agredir físicamente a los usuarios de este tipo de transporte, quienes, en la última semana, han tomado las calles, en un intento desesperado por hacerse escuchar y respetar.
En Pachuca, no hay gran diferencia, pues los ciclistas no gozan del respeto de los automovilistas, pero peor aún, algunos grupos de ellos, tampoco respetan al ciudadano que camina, y un ejemplo de ello, es en el Barrio de San Clemente, ubicado en la zona centro de la capital, y que lleno de escalinatas para bajar de sus casas al resto de la ciudad, son objeto de atropellamientos, empujones y agresiones de ciclistas, que han optado tomar de “atajo”, para regresar de Mineral del Monte, sus calles.
Estamos muy lejos de utilizar al máximo, una de las mejores formas de transporte, pues ciclistas, vecinos y autoridades, han olvidado quizá, lo más importante para que este medio funcione: La educación de la gente y apostarle a un proyecto, lejos del reflector político electoral, de cultura sistemática y temporal.
Por hoy me despido, esperando tus comentarios.
Hasta la próxima.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
