Una boda en Tlacopac, Ciudad de México, durante la parte más álgida y peligrosa de la pandemia por COVID-19 en este país, puso otra vez en evidencia el egoísmo que como sociedad hemos mostrado durante la contingencia sanitaria, pero que además forma parte de nuestra cotidianidad social desde antes y seguramente permanecerá después de la emergencia.
El protagonista del incidente se hizo famoso en redes sociales también por insultar a los policías que acudieron al sitio y a la mujer que evidenció el pachangón, a la que le dijo: “Mis zapatos valen más que tu coche”. Esta presunción de superioridad basada en el dinero es moneda corriente en las interacciones sociales, pues cualquier pretexto es bueno para creer que somos mejores que los demás por tal o cual tontería irrelevante.
Esta falta de empatía para con los demás en un momento de extrema urgencia fue también evidente el fin de semana en Pachuca, pues medio centenar de pelados fueron desalojados la madrugada del domingo en Puerta de Hierro de un bar clandestino, que como en las películas de la prohibición estadounidense funcionaba hasta con entrada secreta. Los asistentes tuvieron que interrumpir la fiesta y volver a sus casas temprano (al menos antes de lo previsto).
En otro caso de la Ciudad de México, un joven tuvo que ser zarandeado por policías en el metro, luego que abordó el convoy en estado de ebriedad y, mucho peor, sin cubrebocas. Al ser increpado por pasajeros y oficiales, el interfecto atinó decir que era trabajador del IMSS y que estaba vacunado, por lo que no era necesario usar mascarilla. Aunque la declaración tenía tufo a mentira, el IMSS de todas formas aclaró que no tiene nada que ver con el irresponsable.
Ejemplos como los anteriores menudean en todos los estados del país pese a que desde el inicio de año aumentaron considerablemente los contagios, especialmente por relajar las medidas de prevención durante los festejos navideños, de fin de año y por Día de Reyes.
A estas alturas de la emergencia es muy difícil si no imposible encontrar camas disponibles para pacientes graves y con complicaciones. Sin embargo, esto parece no ser motivo suficiente para que muchos de nosotros hagamos lo que posible por evitar actividades innecesarias como fiestas o reuniones sociales.
Aunado a todo lo anterior, los vivales han hecho agosto con el comercio, reventa y hasta robo de tanques de oxígeno para pacientes que lo requieren. Las empresas dedicadas estos productos tienen filas interminables con personas que buscan rentar, comprar o recargar sus equipos. Debido a esto y por el egoísmo de muchos, autoridades han tenido que hacer campaña para que devuelvan los tanques rentados que en muchas ocasiones conservan a manera de previsión, pero mientras permanecen “por si acaso”, hay quienes los necesitan con urgencia y no los encuentran.
Aún estamos en lo peor de la pandemia, la llegada de vacunas ha traído un poco de esperanza, pero la dificultad en su abasto y distribución hace que un mejor panorama se vea todavía lejos. Mientras tanto, podríamos hacernos las cosas más fáciles, pero de acuerdo con lo que hemos visto y hecho, más bien nos gusta hacernos la vida dura.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
