Queridas y queridos lectores, bienvenidos a un número más de esta su columna de confianza, que en esta ocasión estará dedicada plenamente al equipo con más alma de México, y como el encabezado lo dice, no podría ser otro que mis gloriosos Pumas de la UNAM.
El cuadro del Pedregal ha llegado a una final después de nueve años, cuando en el lejano Clausura 2011 ganó el campeonato frente al extinto Monarcas Morelia, con una actuación destacada del ahora técnico Juan Francisco Palencia y un despliegue de futbol total por parte de un joven Javier Cortés, quien para ese entonces se proyectaba como joya del futbol mexicano por su talento y pluri funcionalidad. Aquél equipo no tenía demasiado brillo en los pies, pero sí mucho corazón.
En el 2009, los Pumas disputaron otra final que también acabaría en título, en aquella ocasión frente al Pachuca. Al igual que en 2011, el plantel no tenía grandes figuras, quizá Martín “la rata” Bravo era el principal referente, y por la banda derecha aún teníamos a Pablo Barrera y Efraín Juárez. En aquella ocasión Miguel Calero tuvo una pifia en la final de vuelta al no contener un centro por derecha y meterlo en su propia portería.
La última final perdida fue contra los Potros de Hierro del Atlante en el 2007. Fue un golazo de volea de Clemente Ovalle (maldito seas, Clemente) en los últimos minutos la que acabó con nuestros sueños de ser campeones. En esa época sí que teníamos un equipo de poderoso, con Sergio Bernal en plena forma, un jovencísimo Héctor Moreno que tras ese torneo iría al AZ Almaark y un tridente imponente con Rubens Sambueza por izquierda, Ignacio Scocco por derecha y como delantero centro Esteban Solari (para mí uno de los mejores delanteros que ha tenido el club). Irónico que el mejor plantel de estas tres finales sea el que no pudo obtener el título.
Por ello, la afición puma sabe que este equipo no lo define el talento, sino la garra y el corazón que pueda imprimirle a su juego. Sabemos que en Pumas no hay una individualidad, sino un conjunto de esfuerzos que mantienen en coro al equipo a flote. Y cuando todo vaya en contra, el espíritu azul y oro es el que nos sacará adelante.
Ganen o pierdan esta final, la afición debe irse contenta, porque el equipo morirá con el cuchillo entre los dientes, correrá la milla y de ganar, levantará la copa confirmando que es y seguirá siendo un auténtico grande del futbol mexicano.
¡Hasta la próxima!
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
