En el altar pongamos juguetes, para los niños y niñas que como Gabriel Fernández fueron torturados por sus padres porque les veían tendencias homosexuales. Hagamos que en la infancia sólo existan risas y cariños.
Pena de muerte para el padrastro que torturó a un niño de ocho años hasta la muerte
Coloquemos dulces y música para alegrar la venida de Madissen y Sophia, quienes con 11 años se quitaron la vida por el acoso que sufrieron en la escuela por decir que eran novias. Que haya adolescentes con el corazón roto por amor y no detenido por el odio.
Dos niñas de 11 años se suicidaron tras sufrir bullying después de anunciar que eran novias
Recordemos poner revistas y frituras para Jonathan Santos, que a sus 18 años fue asesinado en Jalisco por ser homosexual y activista. Hagamos una oración, para que la juventud llegue a la universidad y no al panteón.
Que no se nos pase poner agua de coco, para refrescar la llegada de Erick Deseano, que era originario de Veracruz y le fue quitada la vida por ser un hombre trans.
Hombre trans es asesinado en Veracruz
Por último, pongamos pan de muerto, para los ancianos que en su vejez se sintieron con el valor de salir del closet y salir de las apariencias, y muchas flores, que el camino de cempasúchil sea una gran avenida para quienes se fueron encerrados en el qué dirán y que en la eternidad no se sienta más oprimidos.
La vida debe estar llena de experiencias increíbles y no de amargos momentos, pues cuando llega la muerte sólo queda lo vivido, que en el recuento que haya en nuestros últimos minutos en este mundo sólo vengan alegrías de haber vivido con locura y no arrepentimiento porque el tiempo se terminó. Sobre todo, abonemos al respeto para que la muerte llegue por naturalidad y no por la ignorancia y las fobias de otras personas. Que el día de muertos no recordemos más vidas interrumpidas, sino vidas gozadas.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
