El amor romántico es la herramienta más potente para controlar y someter a las mujeres, especialmente en los países en donde son ciudadanas de pleno derecho y donde no son, legalmente, propiedad de nadie.
El “amor” es un fenómeno complejo que ha dado lugar a amplias y vagas definiciones pues es un proceso dinámico que incesantemente cambia con el transcurso de la relación afectiva, por lo que su definición variará según el estado de esta.
Las diferencias entre hombres y mujeres en la conducta sexual y el amor, están relacionadas con la selección sexual de estos, donde los hombres tienden a valorar el amor lúdico. Es decir, la poca implicación emocional y sin expectativas futuras y los criterios de atractivo físico y sexual; mientras que las mujeres valoran en mayor medida el amor pragmático (amor basado en la búsqueda racional de la pareja ideal) y los criterios de poder social y estatus a la hora de elegir a sus parejas.
Son muchos los que saben que combinar el cariño con el maltrato hacia una mujer sirve para destrozar su autoestima y provocar su dependencia, por lo tanto utilizan el binomio maltrato-buen trato para enamorarlas perdidamente y así poder domarlas.
El cuerpo femenino ha sido territorio conquistado y arrebatado durante siglos. Aun hoy lo es en buena parte del mundo. El cuerpo femenino en toda su extension: sexualidad, salud, belleza y capacidad reproductora. El patriarcado se ha empenado en negar la sexualidad de las mujeres, su placer y su deseo, y, al mismo tiempo, se ha encargado de imponer canones esteticos y de amores románticos al margen del riesgo que estos tienen para la salud física, psicológica y mental.
“Por amor” las mujeres nos aferramos a situaciones de maltrato, abuso y explotación. “Por amor” nos juntamos con tipos horrendos que al principio parecen príncipes azules, pero que luego nos estafan, se aprovechan de nosotras, o viven a costa nuestra. “Por amor” aguantamos insultos, violencia, desprecio. Somos capaces de humillarnos “por amor”, y a la vez de presumir de nuestra intensa capacidad de amar. “Por amor” nos sacrificamos, nos dejamos anular, perdemos nuestra libertad, perdemos nuestras redes sociales y afectivas. “Por amor” abandonamos nuestros sueños y metas, “por amor” competimos con otras mujeres y nos enemistamos para siempre, “por amor” lo dejamos todo&
Este “amor”, cuando nos llega, nos hace mujeres de verdad, nos dignifica, nos hace sentir puras, da sentido a nuestras vidas, nos da un status, nos eleva por encima del resto de los mortales. Este “amor” no es solo amor: también es la salvación. Las princesas de los cuentos no trabajan: son mantenidas por el príncipe. En nuestra sociedad, que te amen es sinónimo de éxito social, que un hombre te elija te da valor, te hace especial, te hace madre, te hace señora.
El concepto de amor romántico está sustentado por una serie de mitos transmitidos culturalmente por los diversos canales de socialización. Y son estos mitos los que nos hacen ejecutar los roles de género daniños en las relaciones, principalmente, heterosexuales. . En este sentido, el amor romántico y los mitos derivados de este son impulsados y sostenidos por la socialización de género. Su construcción social se construye desde una concepción patriarcal asentada en las desigualdades de género, la discriminación hacia las mujeres y la sumisión de estas. Según Riviere en este tipo de amor se valora la dependencia de forma unilateral, pues al educar a mujeres y hombres de manera desigual a la hora de expresar sus sentimientos y emociones, se generan relaciones dependientes y desiguales que pueden evocar a la violencia, en concreto, a la violencia de género. La violencia de género se entiende como “todo acto de violencia basada en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como privada” (Naciones Unidas, 1993).
Amamos patriarcalmente: el romanticismo patriarcal es un mecanismo cultural para perpetuar el patriarcado, mucho más potente que las leyes: la desigualdad anida en nuestros corazones. Amamos desde el concepto de propiedad privada y desde la base de la desigualdad entre hombres y mujeres. Nuestra cultura idealiza el amor femenino como un amor incondicional, abnegado, entregado, sometido y subyugado. A las mujeres se nos enseña a esperar y a amar a un hombre con la misma devoción que amamos a Dios o esperamos a Jesucristo.
A las mujeres nos han enseñado a amar la libertad del hombre, no la nuestra propia. Las grandes figuras de la política, la economía, la ciencia o el arte han sido siempre hombres. Admiramos a los hombres y les amamos en la medida en que son poderosos.
Lo que nos enseñan en las películas, cuentos, novelas, series de televisión es que las chicas de los héroes esperan con paciencia, los adoran y los cuidan, y están disponibles para entregarse al amor cuando ellos tengan tiempo. Las chicas de la publicidad ofrecen su cuerpo como mercancía, las chicas buenas de las pelis ofrecen su amor como premio a la valentía masculina. Las chicas buenas no abandonan a sus esposos. Las chicas malas que se creen dueñas de su cuerpo y su sexualidad, que se creen dueñas de su propia vida, o que se rebelan, siempre se llevan su castigo merecido (la cárcel, enfermedad, ostracismo social o muerte).
Tenemos que aprender a romper con los mitos, a deshacernos de las imposiciones de género, a dialogar, a disfrutar de la gente que nos acompaña en el camino, a unirnos y separarnos en libertad, a tratarnos con respeto y ternura, a asimilar las pérdidas, a construir relaciones bonitas. Tenemos que romper con los círculos de dolor que heredamos y reproducimos inconscientemente, y tenemos que liberar a mujeres, a los hombres y a los que no son ni una cosa ni otra, del peso de las jerarquías, de la tiranía de los roles, y de la violencia.
Tenemos que trabajar mucho para que el amor se expanda y la igualdad sea una realidad, más allá de los discursos. La mejor forma de luchar contra la violencia es acabar con la desigualdad y el machismo: analizando, visibilizando, deconstruyendo, denunciando y reaprendiendo juntas.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
