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Hasta que la muerte los separe”.
Frase utilizada en enlaces nupciales
El matrimonio es una de las instituciones más antiguas, desde que el ser humano inventó la comunicación escrita y se inició el registro de lo que hoy llamamos historia, junto con la capacidad para habitar un lugar, sin necesidad de mudarse con el cambio de condiciones climatológicas.
No obstante lo anterior, fueron los romanos, los que convirtieron tal figura en una verdadera institución, pues de manera sencilla y directa lo definieron como “la unión lícita entre un hombre y una mujer, en igualdad de derechos humanos y divinos”.
Al inicio, no existió la figura del divorcio, y para casarse, los padres de la mujer, entregaban una dote (un conjunto de bienes con valor pecuniario), como ofrenda a la familia del hombre, en virtud de que la primera, pasaba a formar parte de la familia del segundo, en una calidad de “hija” del pater familias (el padre de familia con poder sobre los integrantes de la familia).
Contrario a lo que se pudiere pensar, la mujer era fundamental para esta institución jurídica, pues junto con el hombre, debían asegurar la trascendencia del nombre familiar por generaciones.
Con el paso de las centurias, el matrimonio fue sufriendo relativos cambios, hasta que, la mujer logró tener el derecho a solicitar el divorcio con causa.
En muchos casos, tanto hombres como mujeres, buscaron parejas adineradas y convirtieron al matrimonio en una especie de pacto comercial, pues ganaban quienes tenían un apellido reconocido y quienes adquirían sumas cuantiosas de lo que hoy conocemos como la familia política.
México adoptó, en un inicio, tanto la Constitución de Cadiz (1812), como los principios acuñados por el Código Napoleónico, de origen francés (1804); en ambos casos, influidos por las leyes de Justiniano, datadas 1300 años antes.
Antes de contraer matrimonio, las familias de los futuros contrayentes, celebraban un contrato prenupcial, en el que establecían derechos y obligaciones de las partes, la repartición y entrega de bienes, e inclusive una indemnización en caso de incumplimiento.
Con los años, la figura del matrimonio se transformó y cambiaron conceptos como el que fuere una unión entre un hombre y una mujer, permitiendo el enlace entre personas del mismo sexo, entendiendo que, a diferencia de la figura que le antecedía, el matrimonio ya no sería la institución que garantizaría la continuación de la especie a través de la concepción de los hijos, sino privilegiando la convivencia entre contrayentes.
Curioso el dato, pues más allá de establecer las preferencias sexuales y/o de género, las relaciones interpersonales cambiaron y en menos de 10 años, según datos del INEGI, los divorcios se duplicaron y las relaciones matrimoniales tuvieron menor duración.
Con los romanos, un hombre se casaba alrededor de los 16 años de edad y la mujer a los 14, quien llegaba a los 20 sin una relación marital, era mal visto por la sociedad, considerando que el promedio de vida era alrededor de los 40 años.
Hoy la edad promedio para contraer matrimonio en las mujeres es de 30 años y de los hombres de 33, pero el promedio de vida del ser humano ronda en los 77 años.
La edad promedio de quienes se divorcian es para hombres de 42 años y para las mujeres de 36, con lo cual vemos que las relaciones maritales tienen un promedio de vida, entre las parejas que se divorcian, de 6 a 9 años.
En 2019 se registraron en México 145 mil 705 divorcios, en los que más del 50% registraba cuando menos un hijo, lo que implica, por tanto, una demanda con pensión alimenticia.
Mientras en el pasado, inclusive un pasado relativamente cercano, el matrimonio se consumaba para toda la vida y para algunos, como una fuente de ingresos, hoy se ha convertido en 3 de cada 10 matrimonios, en una fuente de gastos, peleas y divisiones, en los que además, terceros, como son los hijos, pagan las diferencias entre los contrayentes.
El matrimonio no ha dejado de ser una fuente válida para refrendar el amor entre dos personas, y aunque la edad de quienes lo contraen es mayor al de épocas pasadas, aun debemos aprender mucho sobre las relaciones interpersonales, antes de tomar tan importante decisión.
No existe un libro, investigación u obra que contenga datos y verdades universales para triunfar en las relaciones maritales, pero es un hecho que la tolerancia, la inteligencia emocional y la madurez, son fundamentales para evitar a la larga, un tortuoso juicio y daños a los hijos, como consecuencia de malas decisiones.
Por hoy me despido, esperando tus comentarios.
Hasta la próxima.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
