El día de ayer, el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, mandó uno de los mensajes más importantes y, creo yo, atinados que ha transmitido el Gobierno de México desde que empezó la pandemia de covid-19: usar cubrebocas ayuda a la economía.
Nuestro paisano no dijo esto porque se le ocurrió: a finales del mes pasado, un grupo de analistas de Goldman Sachs, una de las instituciones financieras más grandes, prestigiadas y experimentadas del mundo, publicó un análisis sobre la correlación entre la obligatoriedad en el uso del cubrebocas, y los niveles de infecciones y fallecimientos en las regiones y condados estudiados.
Las conclusiones del estudio son contundentes: el cubrebocas tiene más impacto que otras medidas para contener contagios, como la reducción de la movilidad. Según el estudio, si en Estados Unidos se declarara un mandato nacional para su uso, se reduciría en más de 60% la tasa de infecciones diarias, que en ese país fluctúa alrededor del 2%, o poco menos de 70 mil casos nuevos por día.
Para calcular su impacto económico, se estimó el nivel de intensificación que requerirían los confinamientos para alcanzar esa misma tasa de infecciones, y encontraron que el cubrebocas permitiría reducir las medidas restrictivas a tal punto, que se preservaría hasta el 5% del PIB de EUA.
Por tanto, decir que el cubrebocas puede salvar la economía no es exageración. Y se pueden decir muchas cosas de Goldman Sachs, pero no que no sepan de lo que hablan.
Otras instituciones que también saben, como las oficinas regionales de la Fed y la Universidad de Stanford, han llegado a conclusiones parecidas, y han encontrado que cada vez hay más personas dispuestas a usar este aditamento.
Pues bueno. El día de ayer nuestro presidente decidió enmendarle la plana a Arturo Herrera, y textualmente dijo: “Creo que (el planteamiento) está muy desproporcionado, si fuese el cubrebocas una opción para la reactivación de la economía pues me lo pongo de inmediato.”
¿En serio?
Varias ocasiones he expresado en este espacio, para ponerlo en términos positivos, que el presidente siempre me sorprende. Pero esta vez, de verdad me pasmó.
En primer lugar, ¿Qué ganó el presidente corrigiendo de esa manera a su funcionario económico más importante? ¿Será que solo le molesta que ganó notoriedad por decir algo que lo hace ver como un servidor público informado, responsable, y con sentido común?
A pesar de que no es obligatorio hacerlo, la mayor parte de los mexicanos estamos usando el cubrebocas. Yo, sinceramente no creo que alguien lo haga por gusto. Pero nos hemos sumado porque somos un pueblo solidario, y porque vamos a hacer lo que sea para vencer este desafío.
Gracias a este esfuerzo ciudadano, México ha evitado una situación como en Estados Unidos, Brasil o India, donde los casos suman millones.
Y el presidente, en vez de destacar eso, arremete contra la medida más extendida, más amigable, y más fácil de aplicar para, como a el le gusta decir, “domar la pandemia”.
¿Qué le costaba decir, “si, Arturo tiene razón y úsenlo”? Por primera vez en lo que va de la contingencia, se habría visto un gobierno coordinado, con una estrategia y una meta.
Lo único que se me ocurre es que al presidente no le gustó que, muy a pesar suyo, alguien en su gobierno esté pensando en cómo proteger a la población y como rescatar la economía.
La politización del cubrebocas está en todo el mundo, pero por sentido común, ya se convirtió en la medida preventiva más importante. Vaya, hasta el enemigo público número uno del cubrebocas, Donald Trump, ya les pidió a los estadounidenses que, aunque no les guste, se lo pongan; si quieren, lo hizo porque lo están apabullando políticamente. Pero lo hizo.
En nuestro caso, lo único que tenía que hacer el presidente, si no queria avalarlo, era hablar de otras cosas. ¿Ni siquiera puede hacer eso por su pueblo, que según esto tanto le importa?
No, había que desacreditarlo porque lo dijo alguien más, porque a él no le gusta, o simplemente porque puede.
Ojalá que, en algún momento y antes de que sea tarde, el presidente pueda entender que la covid-19 es el mayor desafío que ha enfrentado el país en los últimos 100 años, y que, para superarlo, necesitamos acciones sensatas, porque cada una cuenta.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
