Como dijo Chumel, crecimos viendo el tradicional humor mexicano de televisión con personajes arquetípicos de tan repetidos: la persona indígena que es arrojada a situaciones en las que “descubre el mundo civilizado” de la urbe blanca; el lavacoches que apenas pudo hacerse entender por su lenguaje, pedestre a oídos de su “bien educada” clientela; la grotesca farsa del homosexual barroco que se mueve entre el aleteo de sus brazos emplumados; la “sirvienta” con “modales” rudimentarios ridiculizada por desconocer las normas de etiqueta en cenas de gala.
Las fórmulas y sus temas se derramaban de la pantalla a la cotidianidad social. Chistes de nacos, morenos, gordos, gays, pobres, iletrados, indios y demás blancos de discriminación eran populares entre mis compañeros de escuela y otros círculos de convivencia. Hoy no es distinto, las nuevas tendencias de comedia recuperan si no las formas, sí los fondos. Los estandoperos no salen ya con pantalón de manta y jerga en los hombros ni con el trapo del franelero y la playera roída, pero retoman al sujeto de escarnio, la “excentricidad” del México marginado rural y urbano les parece todavía divertida.
La reflexión sobre el humor nacional aparece en el contexto de reclamo antirracial y algunos exigen terminar con la base de discriminación de la que han echado mano los comediantes durante años, cancelar a quienes han hecho carrera de la humillación. Al respecto, HBO consideró el ambiente y las quejas para poner a Chumel en la congeladora en lo que decide si es su caso, aunque probablemente lo que haga en realidad sea sopesar la ganancia de dar espacio a un personaje popular (lo es todavía más con el escándalo) en detrimento de su imagen corporativa por respaldar contenido discriminatorio. La decisión que tome la compañía estadounidense será determinada por el negocio más que por la responsabilidad social o la política (aunque haya quienes ven mano presidencial en el asunto, dudo que ese brazo llegue tan lejos).
Muchos celebran la posible cancelación de Chumel en HBO, advierten el inicio de una reforma estructural de los contenidos en medios y en la manera en que se hace comedia en este país. Existe, empero, la suspicacia de quienes ven el fortalecimiento de la censura, ya por la corrección política de grupos empresariales (el retiro de la imagen de los productos Aunt Jemima, aunque tenemos el ejemplo previo del “Nito” de Bimbo; o de Lo que el viento se llevó del catálogo de HBO, ambos casos por racismo), o por decisiones de administraciones gubernamentales (la cancelación del foro de Conapred que incluía la participación de Chumel Torres y que derivó en el cese de la titular del organismo Mónica Maccise).
El conductor de El Pulso de la República no ha sido callado ni su voz excluida como algunos reclaman, pues aunque la Conapred dijo que siempre no y aun si HBO le da las gracias, el youtuber tendrá todavía muchos espacios, incluido el suyo, para continuar con lo que hace, ya sea que continúe con su tendencia de discriminación o que modifique las bases de su comedia. De igual forma persistirá la petición para cancelarlo por parte usuarios en redes sociales.
Me entusiasma creer que la percepción social sobre sus prácticas y costumbres, en este caso de lo que considera divertido, motive modificaciones que pueden ser sustanciales; aunque por otra parte, el coqueteo con el uso de la censura como método de rectificación o sanción abre la puerta para institucionalizarla y poner la autoridad de decidir lo que se puede decir o no en manos del gobierno o las mayorías, cuyos criterios morales y de intereses podrían imponerse a la fuerza. El riesgo es evidente.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.
