En el contexto de la pandemia, el mundo entero está enfocado en recuperar las actividades productivas. En este espacio hemos comentado muchos de estos aspectos y hoy, quiero enfocarme en uno que me faltaba abordar: la educación.
De acuerdo con Banco Mundial, en algún momento el 80% de la población estudiantil, equivalente a mil 600 millones de alumnos en más de 160 países, estuvieron sin clases, y más adelante comenzaron con la enseñanza a distancia, que ha sido todo un desafío para países en desarrollo como el nuestro.
Cuando se interrumpe el proceso educativo, las brechas en el desarrollo intelectual e incluso físico de los niños, en especial de los más vulnerables, se hacen más amplias.
La UNESCO dice que, entre otros efectos negativos, la suspensión de clases afectó los procesos de aprendizaje y las capacidades cognitivas de los estudiantes, limitó sus actividades sociales, y en muchos casos, disminuyó la calidad de su alimentación.
En nuestras naciones, en promedio uno de cada dos estudiantes sufre analfabetismo funcional, esto es, pueden leer un texto, pero no lo comprenden. Este indicador nos habla del enorme rezago que, en condiciones normales, tenemos con respecto de los países más desarrollados.
En ese sentido, la educación a distancia es el futuro de la enseñanza, y sin duda la pandemia vino a acelerar y a institucionalizar su desarrollo, lo cual es positivo. El problema es que su adopción no ha sido igual en todos los países, y los más desarrollados estaban mejor preparados para hacer esta intempestiva transición con menos obstáculos.
En México, a nivel nacional más de 36 millones de estudiantes se quedaron sin clases presenciales. Dado que el nivel de penetración de Internet en los hogares es del 60% y que la televisión pública solo tiene cobertura en la mitad del territorio nacional, no está claro cómo logramos que el 100% de los estudiantes, especialmente en educación básica donde la cobertura es universal, lo que significa que muchos niños por su condición de pobreza no tienen Internet pudieran conectarse.
Suponiendo que a la fecha todos los niños y niñas mexicanos están tomando clases a distancia, de todos modos, enfrentan junto con sus familias dos desafíos adicionales.
El primero es que la situación puso una presión adicional sobre los padres de familia, que ahora además de sus múltiples preocupaciones, tienen que participar activamente en la educación de los niños, sin estar preparados para ello. Muchos tienen que atender la escuela de los niños y el trabajo al mismo tiempo, sin tener la formación, el carácter o la paciencia para hacerlo.
Este proceso ha sido frustrante para muchos, y eso nos lleva al siguiente desafío: las clases a distancia durante la pandemia se han convertido en fuente de maltrato y violencia de los padres hacia los hijos.
Adicionalmente, la situación económica puede provocar un aumento en los niveles de deserción escolar, lo cual es preocupante ya que, incluso antes de la pandemia, eran altos: si bien en primaria prácticamente no hay, en secundaria es el 4.4% y en media superior llega al 14.4%.
Coincido con el gobierno en la importancia de fortalecer el apoyo a las familias más pobres; eso va a impedir que miles de niños y jóvenes tengan que dejar de estudiar por falta de recursos.
En algún momento con el gobierno de la 4T nunca se sabe los niños van a regresar a clases, y no coincido con la forma en que se está planteando ese retorno.
Primero, hay que definir cómo se va a cerrar este ciclo educativo, cómo es que los estudiantes que suben de nivel van a recibir su documentación, cómo van a ser las inscripciones para el siguiente ciclo, y cómo se van a nivelar quienes no participaron en las clases en línea.
Lo más importante es, ¿cómo se va a garantizar la salud de niños y maestros en las escuelas? Es un asunto delicado: en Reino Unido se suspendió parcialmente el retorno por la combinación de poca claridad de los procesos sanitarios con altos índices de contagio, Sudáfrica de plano pospuso la reapertura en su totalidad, y en Mongolia ya dijeron que hasta que no haya una vacuna, no hay clases.
Yo apoyo la reapertura de las escuelas ya que por distintas razones decidí posponer mi titulación, y aunque ese proceso quedará concluido dentro de poco, he vivido el costo del atraso, y lo difícil que es retomarla y terminarla.
Sin embargo, primero hay que garantizar la salud de la comunidad escolar. Las escuelas son espacios sagrados, donde se forman las esperanzas y el futuro de México. Respetemos eso y exijamos a las autoridades actuar en forma responsable, porque urge recuperar la normalidad educativa. Aunque sea la nueva.
