Al momento de escribir estas líneas, a nivel mundial se han contabilizado más de 3.7 millones de casos de covid-19, con 260 mil fallecimientos.
Naciones como Italia, España y Alemania, que entre mayo y abril se convirtieron en epicentros de la pandemia, lograron disminuir sus tasas de infección, y junto con otros países como Australia, Dinamarca Nueva Zelanda y Suiza, entre otros, comienzan a retomar actividades. Sin embargo, las probabilidades de que esta crisis sea controlada pronto, son bajas.
Tres países presentan una situación muy compleja: el Reino Unido, cuyo primer ministro, Boris Johnson, estuvo cerca de la muerte a causa del nuevo coronavirus, pudiera rebasar a Italia como el segundo país con más contagios. Ya es segundo lugar en fallecimientos, con más de 30 mil.
Rusia, que se acerca a los 170 mil casos confirmados, tiene una tasa diaria de infecciones del 7%, y si no desacelera pronto este crecimiento, podría llegar a 300 mil contagios en cuestión de días.
En Brasil, el presidente Bolsonaro se ha opuesto enérgica y públicamente a las medidas de sana distancia; en consecuencia, en su país rebasan los 120 mil contagios, convirtiéndose en el centro de la epidemia en América Latina.
Otros países como Canadá, Perú, y algunas naciones africanas, también están en riesgo de convertirse en importantes centros de contagio.
Junto con la crisis sanitaria, han llegado varias crisis políticas. La intransigencia y fata de tacto de Bolsonaro ya le costaron dos ministros, un pleito irreconciliable con los estados, y niveles de desaprobación récord.
En la India, donde ya hay más de 52 mil casos, el gobierno de Narendra Modi impuso un confinamiento tan estricto que agravó la pobreza en la que viven la mayor parte de sus mil 300 millones de habitantes. El levantamiento parcial de esta cuarentena coincide con un aumento importante en los casos lo cual, sumado a los conflictos religiosos que alientan los seguidores de Modi, crean una situación de alta inestabilidad.
En Estados Unidos, el país más afectado por la pandemia, el covid-19 ha dejado más decesos que la guerra de Vietnam, y se preparan para lo peor: Donald Trump informó que antes de junio podrían registrarse 100 mil fallecimientos adicionales, casi 3 mil diarios. Mientras tanto, la mitad de los estados, casi todos gobernados por republicanos, están levantando restricciones.
Ante este panorama, es probable que las tasas de contagios a nivel global, que desde hace una semana se han estabilizado en 2.5% diario, suban. Si esta predicción se cumple, quiere decir que levantar o incluso suavizar las medidas restrictivas, es riesgoso.
Sin embargo, el daño económico sin precedentes que las cuarentenas han provocado a la economía global, se agrava más con cada día que pasa.
El Fondo Monetario Internacional anunció que este año viviremos la peor recesión en 90 años, con una contracción económica global del 3%.
La economía de Estados Unidos cayó en 4.8% durante el primer trimestre, y algunos analistas consideran que la reducción para mediados de año podría ser de 30%.
Por su parte, la Unión Europea estima que este año su economía se reducirá 7.7%, con niveles de desempleo de casi 10%.
Incluso China, que avanza en la reactivación, tuvo una caída de 6.8% en los primeros tres meses de 2020, primera vez que su economía se contrae desde 1976.
La insostenibilidad económica de las cuarentenas, tarde o temprano, obliga a plantear la reapertura de actividades, a pesar de los riesgos que implica.
La prioridad debe ser proteger tantas vidas como sea posible y, para ello, hay que reabrir gradualmente, y con participación social, adaptándonos a nuevas condiciones como cierres parciales, restricciones a la movilidad, y distanciamiento social.
En este sentido, las naciones más desarrolladas cuentan con estructuras que les facilitarán esta transición, como instituciones sociales, pautas de comportamiento y redes de confianza comunitaria.
En cambio, los países en vías de desarrollo, donde amplias capas de la población participan en la economía informal y no cuentan con protección social, el camino es más difícil. La ONU estima que, tan solo en América Latina este año, por lo menos 29 millones de personas, van a caer en pobreza.
Este es el caso en el que se encuentra nuestro país, donde las circunstancias nos plantean retos adicionales y muy particulares, y que serán motivo de mi siguiente colaboración.
Para concluir esta reflexión, tengamos presente que algunos países superaron la prueba solo en apariencia, ya que falta mucho por recorrer, y las probabilidades de recaída son altas.
Por eso, hay que mantenernos distanciados físicamente, pero unidos por esta causa, y no bajar la guardia.
