Miles de perros y gatos sin dueño, abandonados, recorren a diario calles en todos los rincones del país. En su vagabundeo hurgan rincones, especialmente donde se concentran montones de basura en los que hunden la nariz en busca de un bocado para paliar el hambre. Un charco fresco es también motivo de alegría para saciar la sed y acaso revolcarse un poco en época de calor. En sus recorridos abundan riesgos, principalmente la salvaje circulación vehicular, además de puntapiés, piedras o palos de los iracundos que desprecian la vida. 

Esta circunstancia se ha convertido en verdadero problema, no solo para los pobres cuadrúpedos que arrojados al abandono viven en constante búsqueda de la subsistencia, también lo es para las personas que habitamos sitios con grandes poblaciones de gatos y perros callejeros. Sin ser responsables, sin deberla ni temerla, se convierten en un tema de salud pública que incluye enfermedades acarreadas por los individuos y sus desechos, e incluso agresiones, pues los más vapuleados, aquellos que sufrieron en sus cuerpos el lado más repugnante de la miseria humana, vieron en la agresión buena defensa contra la violencia de quienes finalmente los echaron a su suerte. Por eso no son raros los ataques de canes a transeúntes.

Un elemental ejercicio de lógica nos lleva a pensar que los principales culpables de este problema son dueños irresponsables a quienes parece linda ternura comprar un cachorro para regalarlo a sus hijos o para que adorne la casa, pero apenas advierten que cuidar un ser vivo requiere trabajo, tiempo y cariño, deciden botarlo pues nunca se les ocurrió que necesitan comer, ¡quién lo hubiera pensado!

No obstante, una contingencia de salud de tamaños alcances debe ser atendida con políticas públicas diseñadas e implementadas por nuestras eficientes y sagaces autoridades.¿Y qué fue lo que se les ocurrió a legisladores de Morena? Pues desde el Senado propondrán pena de cárcel para quienes abandonen a sus perros. Lo cual, nos remite a la frecuente limitación de nuestros representantes para ver más allá de la dicotomía crimen y castigo, estrategia que, además de saberse inútil, hace agua por todos lados.

Imaginemos el escenario en que los inconscientes que arrojaron a sus mascotas a la vida callejera son llevados a prisión en reprimenda por su falta de humanidad, el ya de por sí saturado sistema penitenciario tendría que buscar acomodo para los infractores entre secuestradores, asaltantes, homicidas y feminicidas, entre otros; amén del gasto que esto representaría para las arcas públicas.

Pero seamos honestos, serían poco los casos en que los dueños irresponsables lleguen a pisar la prisión y no porque este tipo de sanción los persuada para ser mejores cuidadores y conserven a sus mascotas, sino porque las autoridades, a las que conocemos bastante bien, podrían aprovechar esta situación para llenar sus bolsillos y amedrentar infractores.

Este no es el único caso en que legisladores proponen cárcel para hacer como que hacen, pues en Hidalgo recientemente propusieron aumentar diez años a las penas por feminicidio. En esta situación la más pequeña suspicacia apunta a que pretenden aprovechar el ánimo del momento para ganar adeptos y acaso aplausos, pues ya deberían saber que aun cuando la sentencia sea de 800 o mil años de prisión, los asesinatos de mujeres continuarán como hasta ahora si no existen políticas públicas que transformen las bases que originan y favorecen la violencia de género.

Situación similar ocurre con los animales abandonados. Penas de cárcel solo denotan falta de imaginación, trabajo y conocimiento de un problema que requiere otro tipo de soluciones, unas que en verdad contribuyan a disminuir el impacto de la sobrepoblación de perros y gatos callejeros, además de obligar a los responsables a hacerse cargo de las consecuencias y encaminarlos hacia un cambio de conciencia al respecto.

Por ahora la propuesta es solo eso, pero no me extrañaría que fuera aprobada e implementada, especialmente porque ha tenido buena respuesta por parte de ciudadanos que, hartos de la situación, ven con buenos ojos la política simplista de repartir años de cárcel.

ACLARACIÓN 
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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