Después de las elecciones de 2006 en las que triunfó agarrado con las uñas y con tufo fraudulento el panista Felipe Calderón, simpatizantes de López Obrador salieron a las calles en respaldo al tabasqueño para exigir recuento de votos, anulación de la elección, nuevos comicios y hasta revolución, para lo cual llamaron a la ciudadanía entera. Quién iba a pensar que casi 14 años después, los mismos que apoyan al ahora instalado en la silla presidencial pedirían a las mujeres abstenerse de participar en una protesta social que reclama seguridad y mejores condiciones de vida para un sector históricamente relegado y violentado.

Este rechazo a la protesta por parte de seguidores de Andrés Manuel, es acompañada por la petición a mujeres para redoblar esfuerzos en sus respectivos trabajos a fin de, en vez de paralizar el país, contribuir a su desarrollo con acciones productivas. Esto es curioso, lo menos, pues es el mismo discurso que se cansaron de usar los detractores del ahora presidente para evitar que más ciudadanía se sumara a su manifestación cuando acusó a Calderón y a la mafia del poder entera por fraude electoral.

Obradoristas argumentan que esta mafia cupular es arquitecta del paro convocado el 9 de marzo, un día después de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, con el único fin de golpear social y mediáticamente al gobierno federal. Esto, azuzados por las declaraciones del morenista, quien advirtió a manifestantes permanecer alerta por incursiones conservadoras en su protesta, para luego decir que tienen derecho a marchar. Al final, para el mandatario todo tiene que ver con él. 

Sin embargo, cabe lectura amplia y reconocer que grupos opositores quieren aprovechar la coyuntura para mermar la aún amplia popularidad de López Obrador, incluso cuando se disparen en el pie al respaldar un movimiento constituido por un gran bloque que exige, además, reformas como la despenalización del aborto.

No obstante, aun con activos advenedizos, es mezquino considerar que el paro del 9 de marzo y el movimiento feminista general forman parte de una elaborada estratagema para desestabilizar la administración obradorista (circunstancia que nuevamente me remite a su parecido con Echeverría, quien también apuntaba a los “emisarios del pasado” como agentes desestabilizadores). Este carácter conspiranóico ignora un justo reclamo que si bien no apunta a un gobierno específico, sí demanda atención inmediata de la actual administración, que hasta el momento solo ha manifestado desinterés al tratar de mermar la legitimidad del movimiento. 

Toda esta circunstancia denota que la distinción existente entre los grupos políticos en este país solo depende de cuál ocupa el poder, pues la forma en que expresan el disenso se modifica de tal manera que diluye sus débiles convicciones con la finalidad única de mantener/atacar el poder, según el caso. 

Mientras tanto, dependencias gubernamentales y empresas de todos tamaños también se han trepado al ánimo del momento y en buena medida han dado a conocer su respaldo al paro del 9 de marzo. Más que hacer público sus discursos de apoyo, sería bueno que revisaran y modificaran radicalmente las condiciones que ofrecen a trabajadoras, pues en ambas esferas menudean los casos de acoso, explotación y abuso.   

LA DEL ESTRIBO

Pese a que muchos ya se relamían los bigotes, el presidente volvió a mostrar síntomas de conservadurismo al descartar que su administración analice despenalizar el uso lúdico de la marihuana. Sin embargo, agregó que sí buscan regular su empleo medicinal. En este tema no hay sorpresa, pues se veía venir esta postura presidencial.

ACLARACIÓN
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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