Hace unos días mi mejor amigo el cual vive en otra ciudad vino a visitarme,  llevamos poco más de 25 años siendo amigos,  hemos estado en momentos difíciles, en alegrías y tristezas, en pocas palabras hemos crecido juntos, sin embargo en esta ocasión su visita obedeció más a un instante complicado en su vida,  por momentos, mientras conversábamos deseaba ser un pequeño mosquito que pudiera meterse en su cerebro y le hiciera ver el error que estaba cometiendo  y que sin lugar a dudas es el que lo tiene así,  me comento que esta irritable, se le esta acabando la paciencia y se siente completamente irreconocible, se mantiene la mayor parte del tiempo en estado de ansiedad, para bien o para mal la solución a su problema solo depende de una decisión, la cual ha retrasado por años y que le esta haciendo perder lo que más desea, esa misma situación lo esta llevando a estar enojado con el mismo y por lo tanto a autocastigarse.

Cuando nos sentimos culpables por algún motivo, decisión, o acción, es probable que se reaccione imponiéndose un castigo,  en algunas ocasiones el autocastigo es el mecanismo que tenemos ya sea por rigidez o por autoestima  que nos permite desde nuestra perspectiva compensar algún error cometido, resulta que de acuerdo a algunos psicólogos el autocastigo tiene que ver más con la autoestima que manejamos pues esta ligado directamente con el sentido de culpa y entre menor autoestima tengamos es más probable que nos culpemos de las situaciones que nos rodean aún cuando no dependen de nosotros, de esa manera buscamos equilibrio autoimponiéndonos la penitencia, pensando erróneamente que el sufrimiento compensará las consecuencias de nuestros actos.

 

Esta situación se incrementa cuando venimos de hogares en donde el método de crianza estuvo relacionado con castigos, cuando crecemos esperamos el castigo a nuestros actos, aún cuando se haya realizado la falta con la mejor de las intenciones o porque en ese momento nos pareció la mejor opción, sentirnos culpables es mucho más fácil que sentirnos responsables, esto a su vez tiene que ver con la necesidad humana de ser el mejor, lo que se nos olvida es que la culpabilidad no es otra cosa que poner sal a la herida, pues es un circulo emocional que no tiene fin,  ya que no borra las consecuencias ni permite el aprendizaje por el contrario nos recuerda constantemente la falta o provoca consecuencias de las que nos sentiremos nuevamente culpables.

Si entonces la autoevaluación realizada y determinada por nuestra educación, no permite la aceptación de nuestros impulsos y deseos, entonces convertimos a la conciencia en eje de manipulación de conducta lo cual sin duda alguna nos lleva a la dependencia de la aceptación, esto a su vez maltrata nuestra autoestima, convirtiéndonos en seres frágiles e inseguros, creyentes que por medio de la culpa se borra el historial mental y sentimental, convirtiéndonos en jueces implacables de  nosotros mismos.

Para esta situación no hay más que ser responsables, tomar las decisiones o como coloquialmente se dice el toro por los cuernos, perdonarnos y aprender la lección, siempre enfocados en evolucionar y mejorar.

ACLARACIÓN
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo.

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