Aquello que para la oruga se llama fin del mundo, para el resto del mundo se llama mariposa.
Lao-Tse
La transformación inicia en el interior de cada persona y, antes de alcanzarla, requiere observación, aceptación, liberación y amor. Esta es solo la primera parte, porque una vez que hemos deconstruido y construido el interior, y también somos capaces de reconocer nuestro verdadero potencial; viene una segunda etapa en la que habremos de fortalecer esos cambios y evolución. La oruga no es mariposa por meterse a su capullo, sino hasta que reconoce sus alas y vuela.
¿Por qué parece tan sencillo y resulta tan difícil transformarnos? James Clear asegura que para lograr un cambio real no tienes que elevarte al nivel de tus metas, sino descender al nivel de tus sistemas; y nos regala las Cuatro Leyes del Cambio de Conducta: 1) hacerlo obvio, 2) hacerlo atractivo, 3) hacerlo sencillo y 4) hacerlo satisfactorio.
La razón por la que estas cuatro leyes son tan efectivas está precisamente en la manera en que funciona nuestro cerebro. Concretamente, hay una serie de factores y procesos que se entrelazan para que logremos alcanzar los resultados.
Nuestro cerebro es un órgano sorprendente, que está al mando de nuestras acciones, emociones y pensamientos. Como tal, hay un “sistema operativo” que responde a estímulos sensoriales y a las instrucciones que recibe. Sin adentrarnos en temas de neurofisiología, existen algunos principios que facilitarán tu camino y es importante que conozcas.
En primer lugar, una parte de nuestro cerebro funciona con patrones de orden y organización. Donde enfocas tu atención, enfocas tu energía. Si tu cerebro reconoce hacia dónde va, hace las “operaciones” necesarias para trazar el camino y llegar más fácilmente. Definir exactamente qué queremos lograr y quitar el enfoque en lo difícil que resulta hacerlo, ayudará en gran medida a concretarlo. Tómate unos minutos para escribir a detalle en quién te quieres convertir. Hazlo con afirmaciones positivas, en presente y, de ser posible, en términos sensoriales: qué ves, qué escuchas, qué sientes.
Tu cerebro reconoce las instrucciones que le das y las evidencias que le muestras. Decir “quiero hacer ejercicio” de ninguna manera tiene el mismo poder que decir “soy atleta”, vestirte de atleta y hacer lo que hace un atleta. Toda transformación que tus sentidos pueden percibir como real, acelera el cambio de hábitos. Así que puedes iniciar incluso con rutinas cortas y “festejar” tus logros para que empieces a materializar los resultados.
Esto se relaciona con la teoría que explica que nuestro cerebro tiene dificultad para distinguir lo real de lo que no lo es; o mejor aún, decide qué es real y qué es imaginario. Por eso lloramos o experimentamos miedo mientras vemos una película; y las reacciones que se producen o las sensaciones que experimentamos pueden presentar la misma intensidad que en la vida real. Cuando nuestro cerebro reconoce una “amenaza”, estimula e inhibe algunas funciones. Por ejemplo, al estar frente a un público, es posible que se seque tu boca y se acelere tu respiración. Reforzar voluntariamente las reacciones contrarias (respirar lenta y profundamente, simular que masticas un chicle) dará a tu cerebro la instrucción de que todo está en orden y no existe realmente ese peligro. A los pocos minutos, tu cuerpo experimentará un estado de paz y tranquilidad. Es posible “engañar” a nuestra mente en función de lo que queremos que crea (y eso puede jugar a nuestro favor).
Además, nuestro cerebro está diseñado para evitar todo aquello que produce dolor (porque está ahí para protegernos y mantenernos con vida) y tendrá cierta disposición hacia lo que resulta placentero. Entonces, entre quedarnos en cama y salir a hacer ejercicio, no resulta muy difícil saber cuál será su elección. Para lograr un cambio de hábitos, es importante asociarlos con gozo, placer, satisfacción y alegría. Pero, sobre todo, es imprescindible vincular la conducta no deseada con consecuencias profundamente dolorosas. Un ejemplo muy sencillo: “Amo hacer ejercicio, sentirme saludable y con energía. Me da miedo llegar a los 60 años con un cuerpo viejo y atrofiado”.
Por último, tu cerebro está diseñado para hacer realidad todo aquello en lo que crees profundamente. Y aquí es donde se convierte en todo un arte: ¿Cuál es la creencia más profunda que tienes acerca de quién eres? Eso se llama: identidad. Y es el inicio y el fin último de la transformación en un proceso infinito de crecimiento.
Convertirte en la mejor versión de ti mismo para alcanzar cosas extraordinarias, implica, primero, determinar en quién quieres convertirte; darle las coordenadas precisas a tu cerebro para que emprenda el viaje hacia un punto concreto; y crear evidencias satisfactorias de esa nueva realidad. Como asegura Jill Bolte Taylor: “Tenemos el poder de elegir a cada momento quiénes y cómo queremos ser en el mundo”. Tienes en tus manos el poder de hacer realidad tu transformación.
- Lectura imprescindible:
Hábitos atómicos: un método sencillo y comprobado para desarrollar buenos hábitos y eliminar los malos. James Clear. Editorial Paidós.
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