Alfredo Jaar nacido en Chile en 1956, radica actualmente en Nueva York, es artista, arquitecto y cineasta. Su obra principalmente es de instalación, fotografía y arquitectura. Él considera que con la fotografía hace un acto político ya que muestra una visión del mundo.
En esta ocasión hablaremos de El proyecto Rwanda, desarrollado durante seis años que dieron como resultado 21 obras diferentes. Ésta obra habla sobre el genocidio que tuvo lugar en Ruanda, África en 1994 perpetuado por el gobierno de ese lugar, donde el 75% de la población Tutsi, entre 500 mil y un millón de personas, fue asesinada.
En una entrevista realizada por Art 21, Alfredo Jaar explica que al ver las noticias de Ruanda en los periódicos sintió la necesidad de ir a ese lugar y de documentar lo que pasaba ya que fue un suceso que pasó prácticamente desapercibido para el mundo. No fue hasta que, 2 meses después, hubo una epidemia de cólera y los periodistas comenzaron a llegar para capturar a las personas agonizantes.
En su estancia, Alfredo Jaar obtuvo información de los habitantes y sobrevivientes, a la vez que tomó más de tres mil quinientas fotografías. Una de ellas y la que sería la imagen de El Proyecto Rwanda, consta de los ojos de Nduwayzu, un huérfano sobreviviente. Al volver a Estados Unidos se dio cuenta que no podía usar esas imágenes, dice que:
“no tenía sentido usarlas; las personas no reaccionaron a estas imágenes ¿Por qué iban a reaccionar ahora? Estaba empezando a pensar que debe haber otra manera de hablar de la violencia sin recurrir a la violencia. Tiene que haber una manera de hablar sobre el sufrimiento sin hacer sufrir a la víctima de nuevo”.

Los ojos de Nduwayzu fueron reproducidos un millón de veces formando una montaña de un millón de fotografías dispuestas sobre una mesa de luz “donde se experiencia una luz cegadora donde ya no quedan imágenes posibles para representar el horror”, haciendo referencia al millón de víctimas del genocidio.

Ésta misma imagen es usada en una serie de diapositivas que se apoyan en texto para contextualizar al espectador.


En otra de las obras de este proyecto se presenta una instalación de cajas negras puestas sobre el suelo, que prometen tener dentro imágenes de la matanza. Como espectadores lo que vemos es un texto con la descripción de la imagen que contiene esa caja. Aquí Jaar optó por esconder las 3 mil fotografías que tomó documentando el genocidio para “hacer frente a un flujo incesante de imágenes y una saturación visual que ya no significa nada”. Esa saturación y exceso de imágenes nos llevan a la censura, a volvernos menos reaccionarios de estas imágenes que documentan actos de violencia.

La solución que Alfredo Jaar encuentra para no exponer toda la crueldad que ahí tuvo lugar, para no reproducirla, es al mismo tiempo una forma de denuncia y de hacer visible la nula reacción que tenemos de los hechos que nos rodean.
