El cambio es una puerta que solo puede abrirse desde dentro.

Terry Neill

Hace cinco años, desperté un día con una sola idea en mi cabeza: “Estoy hecha para algo más grande”. No fue un sueño, tampoco una reflexión, mucho menos una frase en el libro de la noche anterior. Simplemente una idea. Como si la hubieran implantado en mi cabeza (al estilo Inception). Estaba ahí y no pensaba irse.

Años después, en medio de una capacitación, Spencer Hoffmann lanzó una pregunta: “¿Qué es lo más extraordinario que has hecho hasta ahora?”. La pregunta empezó a retumbarme. No como un ruido estridente; más bien como un latido, cada vez más fuerte, más rápido. ¡Ba bump, ba bump, ba bump! Miré hacia atrás, busqué, escarbé& No había nada extraordinario. Al menos no en mis parámetros de “extraordinario”. Algunas publicaciones y premios, hasta un posgrado y un montón de diplomas en el cajón. Pero nada de eso había dejado un impacto en el mundo. Solo en mi ego.

La mayoría de las personas queremos lograr cosas extraordinarias, pero pocos estamos dispuestos a convertirnos primero en una versión extraordinaria de nosotros mismos. Y yo entendí que no podía transformarme sin deshacerme primero del equipaje.

A menudo hablamos de querer cambiar: nuestros hábitos, formas de vida, cambiar de lugares, personas, reinventar aquello que somos. En ocasiones por razones profundas y otras simplemente por aburrimiento. Y es que transformarnos es el único camino para sobrevivir a nosotros mismos. Tenemos alma de oruga. El cambio nos llama desde el interior y nos lanza a tejer el capullo sin la menor sospecha de la metamorfosis que estamos por experimentar.

El problema que enfrentamos es que, dentro de ese capullo, podemos dejar pasar gran parte de nuestra vida. Esto es porque nuestra voluntad se rige por nuestro sistema de creencias. Es decir, queremos cambiar, pero en el centro de nuestro “sistema operativo” hay uno o varios pensamientos que tiran fuerte en sentido contrario al que nos propusimos. Llevamos tanto tiempo siendo los mismos, que nuestro cuerpo y mente reconocen los mismos caminos.

La transformación es un arte que implica, en primera instancia, volver la mirada hacia nosotros mismos. Un proceso que va hacia dentro y no hacia el exterior. Lo que somos o aquello que creemos que somos, encauzará nuestros pensamientos, emociones y decisiones; por tanto: nuestra vida. Este camino, que además no termina nunca, tiene cinco pasos esenciales:

ObservARTE. “¿Quién soy?”. Mirar al interior. Preguntarte y encontrar respuestas. Descubrir y comprender quién eres. Con luces y sombras, con tonalidades distintas. Mirar tus patrones, creencias, pensamientos, valores, reacciones, emociones y reglas de vida. Encontrar tus heridas, tus razones profundas. Reconocer tu configuración y personalidad. Concretamente, darte permiso de prender la luz en ese cuarto que a veces mantenemos en penumbra.

AceptARTE. “Esto también soy yo, pero soy mucho más que esto”. Asumir quién eres, sin resistencia, juicios, ni culpas. Con lo que te gusta y lo que no te gusta, con lo que amas y lo que te aterra. Negarlo o rechazarlo solo retrasará el proceso. Es necesario abrazar esa identidad antes de transformarla.

LiberARTE. “Esto no soy yo / No soy más esto que era”. Hacer limpieza de lo que nos han hecho creer (o nosotros pensamos) que somos, y que no es real. Cargar con esas maletas, hace el viaje muy pesado. Es necesario hacer un ejercicio consciente para soltar cargas emocionales y significados atribuidos a quién eres.

AmARTE. “Amo a este que yo soy”. El amor tiene que ver con un profundo sentido de perdón, aceptación, cuidado y crecimiento. Amarte es procurar para ti mismo una experiencia de vida cada vez más real, poderosa y plena.

TransformARTE. “Ya soy ese que quiero ser”. Crear una nueva identidad que te permita experimentar tu máximo potencial empieza por visualizarte en tu mejor versión: hábitos, aprendizajes, pensamientos, emociones y acciones. Nombra a las cosas que no son como si ya fueran. Ese que quieres ser, ya está en ti. Solo hay que quitar lo que estorba.

Estás hecho para algo más grande de lo que has podido reconocer hasta ahora. Tú corazón lo sabe y además lo busca. Todas las orugas, tarde o temprano, se convierten en mariposas. Pero hay que estar dispuestos a cambiar de piel.

Lectura imprescindible:

Los cinco elementos de la transformación. Spencer Hoffmann. Editorial HarperCollins

Redes sociales:

Facebook/Twitter/Instagram: @aimasanzu

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *