La afición en el estadio también juega, y lo hace animando a su equipo favorito a través de los gritos, cantos y porras, o bien ejerciendo presión social en el cuerpo arbitral para que marque alguna falta o insultando o abucheando a los jugadores del equipo contrario durante la posesión del balón&.
Se dice que la tradición de animar a los deportistas en competencia surgió de manera accidental durante una competencia de lucha grecorromana y de ahí se extendió a diferentes deportes al observar que el deportista así estimulado se desempeñaba mejor y rendía más.
La violencia en el fútbol lejos está de ser novedad. De hecho, desde el propio surgimiento de este deporte la violencia lo acompañó. En la Inglaterra del siglo XIII, los partidos involucraron a cientos de jugadores y se convertían en auténticos campos de batalla donde se enfrentaban pueblos rivales.
Según Tommy Robson, un Hooligan retirado que llegó a ser clasificado Categoría C (segmento hooligan más peligroso de todos) quien después de pasar tres meses en prisión se graduó como sociólogo experto en el tema; el término Hooligan tiene como origen el apellido de una rijosa familia irlandesa que vivía a finales del siglo XIX en el sur de Londres, y el concepto apareció por primera vez en la prensa en 1898 para describir los disturbios ocasionados por aficionados al fútbol.
Catorce años más tarde, en 1912, se registró la primera batalla entre hinchas de fútbol, en un partido entre Manchester United y Liverpool.
Hasta mediados del siglo XX, el Hooliganismo tuvo sus brotes eventuales. El episodio más famoso es el de la primera final de la FA Cup disputada en Wembley (1923) llamado en esos tiempos The Empire Stadium. En esa ocasión, medio millón de aficionados hicieron el viaje para intentar entrar en un estadio con capacidad para 127 mil personas.
Miles de ellos saltaron las cercas que rodeaban el escenario, invadieron el palco real y a falta de espacio, se plantaron en el terreno de juego. Aproximadamente un millar de personas resultaron lesionadas. Sólo la decidida intervención de un pequeño grupo de policías, liderados por un guardia montado en un caballo blanco y la participación activa de futbolistas del West Ham United y Bolton Wanderers pudieron restablecer el orden y permitir que el Bolton ganara aquel partido 20, una final que hasta la fecha se conoce como The White Horse Final.
Tras la segunda guerra mundial, los desórdenes en torno al juego fueron cada vez más frecuentes entre las nuevas generaciones y miles de jóvenes encontraron en el fútbol un escenario para desbordar sus ímpetus violentos y reafirmar sus identidades locales.
Fue así como el balompié comenzó a convertirse en una cuestión territorial por muchos años hasta que la situación se volvió insoportable en los años setenta y ochenta; el fenómeno terminó por salir de la isla.
Los hooligans eran los hinchas más fervorosos. Cerveza en mano, buscaban pelea con propios y, sobre todo, extraños. El campo de batalla eran las inmediaciones del estadio o el propio estadio. Antes, durante y después del partido. Poco a poco fueron creciendo y en los 80 alcanzaron su pico máximo de popularidad, barbarie e impunidad. Hasta llegaron a recibir dinero por parte de las instituciones para costear sus gastos de viaje e ingreso a los estadios.
Por esos tiempos, ser hooligan se convirtió en una moda, sobre todo para hombres jóvenes.
Si a esta situación además le agregas la abundancia de enemistades deportivas de más de cien años de historia, el problema se multiplica, como ocurrió en la isla. En Inglaterra, hasta el más pequeño de los clubes, se precia de tener al menos una rivalidad entrañable que hace vibrar a su afición.
La mayoría de clubes del fútbol inglés tienen por lo menos un grupo violento de seguidores. El Millwall tiene a los Bushwackers, el Arsenal tiene a los Gooners, The Service Crew sigue al Leeds United, por mencionar a algunos. El grupo más numeroso de todos es The Red Army, hinchas del Manchester United; mientras que el Chelsea es apoyado por los Headhunters, y el West Ham United por la famosa Inter City Firm (ICF).
A pesar de tener muy pocos títulos en sus vitrinas, el West Ham United cuenta con una de las aficiones más leales y orgullosas de la isla. La leyenda de la ICF ha sido tan poderosa, que fue motivo de numerosos documentales y varias películas, entre ellas The Firm (1988) con Gary Oldman, y recientemente, Green Street (2005) Llamada así, en honor a la avenida que conduce al Upton Park, estadio de West Ham United.
Para los Hooligans, el fútbol es una extensión de sus instintos primitivos, un choque de una tribu contra otra; según su lógica un macho peleará con otro para defender su territorio. Se trata para ellos de algo natural y que además los lleva a niveles incomparables de excitación y adrenalina.
