El hombre discutía con los policías que lo encañonaban mientras que los clientes del Citibanamex permanecían en el piso, protegiéndose, y el llanto de un bebé fue la confirmación de que esa tarde de lunes en Pachuca no sería como tantas otras.

De repente, cientos de patrullas, soldados, bomberos y ministeriales interrumpieron la circulación de la avenida Madero, a la altura de los hospitales, con la advertencia de que un hombre amenazaba con estallar una bomba o una granada en la institución bancaria.

Otros dijeron que era un asalto, con rehenes, que había peligro y la tensión endurecía los rostros de los rescatistas, acicateaba las órdenes de no rebasar la cinta amarilla que gritaban los policías fuertemente armados.

En la ciudad de la furia, el diálogo sin sentido: una falla dijo mi padre y el mundo está terminado, la pequeña pistola plateada iba y venía empuñada en su mano morena, no hay pedo, yo te espero, y el machete inmóvil en su lado derecho.

“Yo no vengo por Pachuca, ni por México, vengo por el mundo completo”, dijo mientras sujetaba un artefacto en su costado, quizá una botella.

Gafas obscuras y gorra, tez morena, su estómago prominente abultaba la camisa azul claro fajada al pantalón de mezclilla sujeto por un cinturón que hace juego con sus botas amarillas. Su voz, no parecía de estos lados y masticaba algo constantemente, nervioso.

En el cuello portaba una especie de escapulario.

Hubo gas lacrimógeno y la unidad canina intervino pero no lograron disuadir al hombre, según narraron las autoridades después, para señalar que por encima de la vida de las personas no puede estar un delincuente.

“Si no van hacer las cosas rectas, jálale, aquí estoy”, dijo el hombre antes de caer boca abajo y un charco de sangre creció alrededor, sobre la loza blanca.

Después, poco a poco, la tensión disminuyó. Las trabajadoras del banco salieron para recibir atención médica, medirse la presión, y la circulación vehicular tomó su curso de nuevo en la tarde pachuqueña.

Los familiares de los pacientes internados o que iban por una consulta en el Seguro Social por fin lograron salir a la calle y los vecinos abrieron las puertas de sus casas para enterarse de un nuevo hecho violento que a final de cuentas no fue asalto.

Y regresaron a sus hogares, asustados, después de observar los impactos de bala en los cristales de la fachada del Citibanamex. Aún no es posible acostumbrase a la violencia.

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