Todos los que somos aficionados a algún deporte, en especial al fútbol o soccer, sabemos que la pasión desbordada en un estadio puede, en algunas ocasiones, traducirse en insultos hacia los jugadores, el cuerpo técnico o el cuerpo arbitral encargado de las acciones del partido. En México, uno de los tantos vicios en la liga de fútbol, más allá de las pésimas administraciones y manejo de las finanzas en los equipos y en la federación mexicana, es la falta de respeto hacia los actores de este deporte. Caso concreto, el grito homofóbico de “puto” que viene desde las tribunas de todos los estadios y que es dirigido hacia el portero del equipo rival al momento de despejar el balón desde su portería. Por este grito reiterado, la propia FIFA ha tomado cartas en el asunto y ha apercibido a la liga mexicana para que se erradique dicha ofensa de sus estadios ya que se considera como discriminatorio conforme al reglamento de esta Federación internacional al atentar contra la dignidad de los jugadores. Inclusive, existe la posibilidad de que la selección mexicana de fútbol quede fuera de un Mundial si esta conducta sigue presentándose por parte de cierto sector de aficionados mexicanos en los partidos internacionales.
Así las cosas, el pasado sábado, al término del partido entre Cruz Azul y América, el director técnico de las apodadas “águilas” insultó al árbitro central (desafortunada costumbre en el mundo del futbol insultar al árbitro) llamándole “puto” frente a los medios de comunicación que buscaban entrevistar al afamado ex-técnico nacional.
Esta situación se tradujo en infinidad de críticas hacia Miguel Herrera (director técnico de América) por su inadecuado actuar, trayendo como consecuencia la imposición de una multa económica y la suspensión para dirigir en los próximos tres partidos. Y lo que pareciera ser solamente una conducta sancionada por la propia liga mexicana de fútbol, también puede traer consecuencias muy graves para la organización de la cual forma parte el señor Herrera.
¿Qué queremos decir con esto? bueno, es sabido que el señor Herrera trabaja para una persona moral (Sociedad Anónima de Capital Variable, según la propia Federación Mexicana de Fútbol) y en México ya está regulada la responsabilidad penal de las personas morales, la cual implica que estas serán penalmente responsables, de los delitos cometidos a su nombre, por su cuenta, en su beneficio o a través de los medios que ellas proporcionen, cuando se haya determinado que además existió inobservancia del debido control en su organización. Y ojo: en la ciudad de México (ya que la conducta ocurrió en el estadio Azteca) la discriminación (regulada como aquella conducta que atente contra la dignidad humana por razones de orientación sexual, color de piel, nacionalidad, o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas) está catalogada como delito y además puede ser imputable a las personas morales. Y este “arranque desafortunado” por parte del señor Herrera bien podría traer como consecuencia -para el caso de que se acreditara el indebido control organizacional al interior del equipo de fútbol- una amonestación pública o sanción pecuniaria a la propia S.A. para la que trabaja, ya que dicha expresión la hizo al interior de las instalaciones de la empresa, como empleado de la empresa y con los medios que la empresa le da, claro, siempre y cuando el afectado optara por llevar esta situación a una agencia del Ministerio Público: más allá del mundo del fútbol.
De ahí que se comparta la intención de las autoridades deportivas en México para erradicar este tipo de conductas que, como se puede apreciar, atentan contra la dignidad de las personas y, por si fuera poco, pueden afectar el patrimonio y la publicidad de los equipos de fútbol vistos como empresas. Un ejemplo más de la importancia de contar con un programa de cumplimiento al interior de las organizaciones, sin importar que sean bancos, constructoras o uno de los llamados “grandes” del futbol mexicano.
