El sentir antiinmigrante es cada día más palpable en la sociedad norteamericana. Conceptos como el racismo y el supremacismo blanco siempre han estado presentes en la cultura de Estados Unidos de Norteamérica, pero nunca tan claramente expuestos y favorecidos por un sistema de gobierno.

El pasado fin de semana y con muy pocas horas de diferencia, se registraron tres atentados en tres ciudades diferentes de Estados Unidos; El Paso, Texas; Dayton, Ohio y Chicago, Illinois, fueron los escenarios donde decenas de personas fueron masacradas y otras tantas heridas. Por lo menos uno, de los tres atentados tiene base en el supremacismo blanco, según un manifiesto adjudicado al atacante de la ciudad fronteriza de El Paso.

En mi columna anterior, escribía sobre la normalización de la violencia  a través del cine. Algo terrible para las sociedades contemporáneas. Pero no todo es oscuro desde la perspectiva cinematográfica cuando de violencia se trata. El cine también nos muestra historias con las que nosotros, el público, podemos entender mejor nuestro entorno presente.

Tal es el caso de la película 22 de julio (22 july), escrita y dirigida por el inglés Paul Greengrass. Estrenada en 2018, con un guion  basado en el libro One of Us: The Story of a Massacre in Norway and Its Aftermath de Åsne Seierstad. Un apreciable trabajo cinematográfico que se atreve a relatar un atentado terrorista, el más cruento en la historia de Noruega, cometido por un supremacista blanco.

A partir de los atentados del 9/11 en 2001, el cine de occidente colocó como los villanos favoritos a personajes de razas árabes, de religión islámica. Muy pocas películas han expuesto a los supremacistas blancos como autores de terribles acciones que tienen como blanco a negros, latinos o árabes.

El gran cineasta afroamericano Spike Lee, nos ofreció un estupendo trabajo fílmico con  El infiltrado del KKKlan (BlaKkKlansman); con esta película, el realizador y activista hace un fuerte y claro señalamiento a un segmento de la sociedad norteamericana, los nacionalistas y supremacistas.

Al tocar el punto de las masacres en Estados Unidos, me es inevitable mencionar la del Instituto de Columbine, en Colorado. Gus Van Sant realizó un extraordinario filme al respecto: Elephant, en el 2003. Antes, en el 2002, el documentalista Michael Moore, presentó Masacre en Columbine (Bowling for Columbine), esta es una película vigente, nunca nadie se atrevió a plantear desde el relato cinematográfico un amplio cuestionamiento a la cultura de las armas y la violencia en la cultura gringa.

Mientras desde el poder de los representantes del Estado, en las diferentes latitudes del mundo, sigan llegando discursos de odio y superioridad, las masacres como la ocurrida en El Paso, serán más continuas. Es penoso que países como México, haya mentes que aplaudan los discursos de supremacía.

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