Hablar de liderazgo es tirar de un hilo muy extenso. Pero también, pareciera que hablamos de un saco que no todos podemos vestir. Han puesto frente a nuestros ojos quizá como inalcanzables parámetros y personajes emblemáticos como Steve Jobs, John Maxwell, Margaret Tatcher, Gandhi, Martin Luther King, la Madre Teresa de Calcuta… Y a decir verdad, hemos perdido la sensibilidad para observar ese liderazgo que ejercemos en la cotidianidad y que innegablemente mueve al mundo.
Basta con observar el nivel de influencia que tenemos, a veces sin decidirlo ni reflexionarlo, que va impactando a otros, como círculos en el agua, tocando tantas vidas como alcanza nuestra vibración. Cuando saludamos, hablamos, vendemos, posteamos en redes sociales, cuando tenemos una idea millonaria, consumimos un producto, recomendamos una serie, levantamos la basura, hacemos lo que amamos o también cuando la rutina nos acompaña; en todas nuestras acciones está inmerso un liderazgo que “no se ve”.
Eso quiere decir nos guste o no que la realidad que hoy vivimos está tomando justo el rumbo hacia el que todos la hemos encauzado. Todos. Desde nuestras decisiones y actos repetidos día a día. Desde estados de consciencia limitados o superiores. Desde el amor o desde la carencia. Pero al final, ahí hemos permanecido, siendo esos líderes “pequeñitos” que no se dan cuenta del efecto dominó.
Asumir nuestro rol como líderes, desde nuestro micro espacio, y encender la luz desde un “yo” distinto y con un propósito profundo, es hoy la única vía para activar una transformación expansiva que mueva al mundo; así como el escenario que se ilumina con miles de celulares encendidos en un concierto de Fito Paez. El liderazgo es eso: una pequeña dosis de luz y amor que proyectamos hacia otros para iluminar el escenario en el que han de brillar.
Sin embargo, hacer brillar a otros implica contar con una fuente de energía. Mark Twain afirma con total sabiduría que hay dos días importantes en la vida de una persona: el día en que nace y el día en que descubre para qué. El para qué es el principio y el fin. El Alfa y Omega. La brújula de nuestras decisiones. El combustible inagotable que prende nuestra vida. Una descarga eléctrica que eventualmente nos hace saber que estamos aquí para algo más grande de lo que hemos hecho y logrado hasta hoy.
¿Qué es eso tan extraordinario que me trasciende y detona mis acciones? ¿De qué manera todo lo que soy o puedo llegar a ser se pone al servicio de los otros? Descubrirlo nos ofrece sentido y dirección no sólo a nuestra vida, sino a equipos y comunidades, a empresas y grandes corporativos, a naciones enteras. Tomar consciencia de nuestro propósito y nuestro liderazgo nos permite cambiar el rumbo aquí y ahora.
No existe un liderazgo poderoso sin claridad en el propósito. Y encontrarlo, es una tarea inminente que le debemos al mundo por el regalo de estar acá.
Lectura imperdible:
Encuentra tu por qué. Simon Sinek. Editorial Empresa Activa.
