A todos nos contaron el cuento de que si nos esforzábamos mucho y trabajábamos duro a lo largo de la vida, tendríamos éxito y felicidad. Es un buen cuento, de hecho, es tan buen cuento que hay muchas personas que aún lo creen, y que lo siguen contando. Esforzarse mucho y trabajar duro para crecer, es un cuento muy popular. Le gana a los de Disney, incluso a los de los hermanos Grimm, y a los de Christian Andersen. Pero es un cuento como los demás. Es un cuento gastado y anacrónico. Un cuento mentiroso, Particularmente en México, en donde el esfuerzo, el trabajo, la tenacidad y el sacrificio, no significan nada, o casi nada para la mayor parte de los mexicanos.
“Origen es Destino” esa es una de las frases más demoledoras sobre la existencia humana que haya escuchado. Significa que nuestra cuna nos marca, significa que aquello de dónde provenimos, nos define, que nos delimita, como se delimita un dibujo. Significa que nuestro origen nos enmarca, y nos circunscribe a su influencia para siempre. Cuando la escuché por primera vez, un psicólogo se esforzaba por explicarnos que las personas repetimos los patrones que aprendemos en casa, que los hijos de padres conflictivos seremos conflictivos, significa que las creencias que se viven en el hogar de origen, se repiten en el hogar de destino. Significa que es tan profunda la experiencia de nuestro punto de principio y procedencia, que definirá el resto de nuestro paso por el mundo.
No solo pasa en lo psicológico. No solo pasa en lo filosófico. No. Pasa en lo económico también. La frase describe la situación de nuestra movilidad entre los diversos estratos socioeconómicos, es decir, naces pobre, pobre te mueres. Naces rico, y pese a que cometas cualquier cantidad de errores o de atropellos, lo más probable en este país es que mueras rico, y dejes una rica familia.
Si, así, como suena, ocho de cada 10 mexicanos que nacen en las familias más pobres nunca superan esa pobreza. En el otro lado funciona igual, siete de cada diez mexicanos que nacen en los hogares con mayores recursos nunca descienden al escalón inferior.
Origen es destino. La temida frase se impone. La realidad frente al mito. Frente al cuento bonito del esfuerzo y del trabajo, la realidad se presenta con toda su frialdad, hagas lo que hagas, origen es destino.
Esta discusión está sobre la mesa desde hace mucho tiempo. La mayor parte de los países que hoy consideramos “desarrollados” comenzaron a trabajar en establecer algo que entendemos hoy como un “piso parejo” para todos los ciudadanos. En algunos lugares fue posible rápidamente, en otros, el establecimiento de instituciones que permitieran oportunidades para todos, tardaron más, pero en esta maravillosa república, esas instituciones se encuentran moribundas hoy, antes de haber madurado.
Origen es destino. No solo en lo psicológico. Nuestro origen económico determina nuestro destino económico. ¿Por qué? Porque en nuestra vida económica no solo influye nuestro trabajo y nuestras decisiones. También influyen el lugar de nacimiento, la cultura recibida, el género, el color de piel, y estos terminan pesando más que el cuento del esfuerzo y el trabajo duro.
Ocho de cada diez mexicanos, hijos de padres que no culminaron la secundaria, no la culminarán, ocho de cada diez que terminaron una carrera universitaria la terminarán. La proporción es espantosa, pero es real, y hay que asumirla para poder cambiarla.
La más importante herramienta de movilidad social en México es la educación Universitaria. Si, la pobreza se puede vencer. Si, el nivel socioeconómico de origen puede ser trascendido. Si. Pero la herramienta principal es ir a la Universidad.
La segunda frase que dio origen a esta columna es precisamente esa realidad. Origen es destino, pero, educación es cambio, y es precisamente la educación universitaria la que es capaz de cambiar la historia de las personas.
Sin embargo, vivimos un cambio dramático desde hace 30 años, que pone en peligro este único bastión que nos permite creer que la vida económica de las personas puede cambiar. Este cambio, fue la proliferación, como nunca antes de la Educación Superior. En 1989, existían 23 Universidades privadas en el país. Hoy, superamos las 2,500. Esto permitió que miles de jóvenes, que de forma natural, en el viejo esquema de la educación nacional, no hubieran podido acceder a una posición en el sistema educativo, terminaron una carrera universitaria.
Casi cuatro millones de nuevos profesionistas se formaron en estos 30 años en estas escuelas de reciente creación, la lógica, dictaría que México logró sacar de la pobreza a millones de mexicanos, pero lamentablemente, no hay nada más lejos de la verdad. ¿Qué sucedió entonces? Lo que sucedió es que la formación universitaria (y la pre universitaria también) tuvo un notable descenso en su calidad, lo que derivó en que su finalidad se ha visto truncada.
No, no es un fenómeno exclusivo de México. Es un fenómeno global. La Intelectual española María Elvira Roca Barea, lanzó hace unos días una demoledora frase por la que fue duramente criticada en toda Europa: “Ignorantes, siempre han existido, siempre han habido analfabetos, pero antes no salían de la Universidad” Es una queja aquí, y allá también. La queja sobre el bajo nivel educativo de las universidades, las he escuchado en todo México, pero también en Panamá y en Ecuador, en Estados Unidos y en España. No, el fenómeno no es exclusivo de México.
Es un fenómeno económico. El mundo dejó de preparar ciudadanos que podían mejorar su vida y su mundo, para preparar trabajadores obedientes y disciplinados. La educación superior se derrumbó.
¿Estamos perdidos? No, ni mucho menos. En cada aula universitaria en la que se encuentra un profesor, una maestra, que quiere enseñar a pensar, y no a obedecer, se abre una trinchera. En cada clase en la que la persona que se encuentra al frente habla de vivir, y no solo de trabajar, se abre un espacio de resistencia para no renunciar a la educación como herramienta de cambio.
Educación es cambio. Si. Educación, no solo instrucción. Más importante que aprenderse de memoria los números y contenidos de un código, o civil, o penal, o mercantil, es importante entender la naturaleza de ese código, su origen su finalidad, su relación con el sujeto, y con el sistema.
Educación es cambio. Si. Educación, y no solo adoctrinamiento, la educación verdadera, enseña a pensar y a decidir, la educación real, en una palabra, enseña a cambiar.
Si, origen es destino, pero también, educación es cambio. Así es que por este día, y desde esta trinchera, que es la Universidad Iberomexicana, te invito a cambiar. Recordando la máxima budista: “El momento en el que comiences, es el momento correcto”
José Luis Ramos Ortigoza.
José Luis es profesor de Economía de la Universidad Iberomexicana de Hidalgo, ha sido columnista y conductor de programas de Radio y ha participado en distintos programas de Televisión, es conferencista y consultor en temas económicos, administrativos y de Desarrollo humano. Lo encuentras en Facebook por su nombre.
