En mi columna anterior, escribí sobre el tan mexicano cine de luchadores, sobre sus inicios. Es usual que vuelva a ver las películas sobre las que hago alusión. Y como me suele ocurrir con los libros, en las películas también, una me va llevando a la otra. Ya sea porque me interesó ver más sobre algún director, los actores o el tema.
Y así, me dejé llevar por algunos títulos de la época de oro del cine mexicano. Desde mi infancia disfrutaba de aquellas películas en blanco y negro, disfrutaba de su música, sus atmósferas y sus figuras.
Las películas de la época de oro del cine mexicano desarrollaban sus historias en uno de dos contextos atmosféricos, por un lado, el ámbito rural y campirano; con guitarras, pistolas y caballos; por otro lado, el retrato urbano, sobre todo, de la Ciudad de México, producto de la entonces incipiente industrialización del país, hablamos de los años 40 y 50.
En las cintas de aquella época, con ambiente urbano, aparecen de manera constante, elementos que forjaron la identidad del cine mexicano de esos años. El cabaret, la rumba y la mafia, son esos elementos casi siempre presentes en las películas del México urbano.
Los centros nocturnos, las largas y adornadas coreografías afroantillanas, junto a hombres vestidos con impecables trajes y elegantes sombreros, no fueron exclusivas del cine de rumberas, un extravagante género cinematográfico, creado por realizadores mexicanos de la época de oro.
Parte de la exitosa fórmula de aquellas películas, no importando el género, podrían ser películas de comedia, drama, film noir y de toda índole genérica y temática, era la inclusión de los elementos que menciono. Un ejemplo es Piel canela, cinta de 1953, dirigida por Juan José Ortega; protagonizada por la bellísima actriz española Sara Montiel y un ícono de la actuación en los escenarios mexicanos, Manolo Fábregas. En esta película vemos a una banda de mafiosos planeando su siguiente golpe en un cabaret, un número de baile afroantillano y mucho drama, romances frustrados y una amplia dosis de crueldad en sus personajes. Una gema de nuestro cine.
Los cabarets de esos filmes eran elegantes o arrabaleros, los mafiosos siempre elegantes, pero brutales, la rumba siempre picante. Presentes en la comedia de Tin Tan y Cantinflas; en los dramas de Pedro Armendáriz y Miroslava; en la sordidez que nos mostraron Andrea Palma o Meche Barba; en la derrota del Campeón sin corona David Silva; con la exquisitez musical de Agustín Lara y la interpretación de Pedro Vargas. Agradezco que se hayan repetido tanto esos lugares comunes en esas gloriosas cintas de aquella dorada época.
