El pasado, pero aún reciente, 16 de diciembre del 2018 fue un domingo especial, no sólo porque ese día se jugó la final del fútbol mexicano, entre dos de los equipos más populares del país: el sin medias tintas América contra el siempre ilusionado Cruz Azul. También lo fue por lo que ocurrió en nuestra Pachuca.

Semanas antes en las redes sociales se empezó a correr un rumor, acompañado de un cartel, en el que se promocionaba un concierto: ¡Marky Ramone en la ciudad del viento!

La gente acostumbrada a cancelaciones de último minuto y quizás inmiscuida y emocionada por el espíritu navideño reinante, tomó la noticia con bastante escepticismo.

La pregunta estaba en el aire: ¿de verdad uno de los iconos vivos más legendarios de la escena del punk visitaría nuestra ciudad?

Todavía se sentía como antecedente bastante cercano la decepción que se vivió cuando tristemente se confirmó que The Adicts no vendría a la Bella airosa.

Lo cierto fue que, contra todo pronóstico, esta vez la promesa sí se cumplió: el alguna vez baterista de los Ramones pisó nuestro suelo minero.

Parecía una ensoñación, entre el estupor de la victoria americanista frente a la dolorosa pero constante derrota azul, una ciudad vibraba de forma eléctrica en lo más recóndito de sus entrañas.

La cita fue en un salón, que era sede de algún sindicato de trabajadores y entre no más de 50 personas, todavía desconfiadas y justificadas por el evidente retraso en el horario del evento, sucedió: el nacido en Brooklyn salió.

Acompañado de sus músicos, entre ellos el guitarrista Greg Hetson de Circle Jerks y Ex Bad Religion, nos ofrecieron una presentación increíble, inolvidable, poderosa como un trueno y sin parar ni un segundo.

Así de corrido tocaron Pet Sematary pasando por What a wonderful world, sin olvidar jamás I wanna be sedated, Sheena is a punk rocker, Poison Heart y Spiderman.

Todo llegó a su culmen con Blitzkrieg Bop, himno transgeneracional con el que menos de 50 pachuqueños nos rendimos inevitablemente ante la nostalgia de un tiempo que ya se ha ido, que ni siquiera nos tocó vivir, pero contemplando de frente a la dorada esperanza de que algo nuevo suceda, un evento que lo cambie por fin todo, una revolución que estremezca hasta los cimientos más firmes de la realidad.

Quizás la magia más interesante que hay en Pachuca es que aquí jamás dejan de pasar cosas increíbles, pero es un lugar en el que hay que tener bien abiertos no sólo los ojos, también los oídos y hasta el corazón.

Para poder ser testigos de esa cotidianidad salvaje, aquella que demanda ser atendida, que sólo con el tiempo cobra el sentido, porque justo cuando se experimenta se vive de golpe y no se alcanza a entender de ninguna manera, sólo nos damos cuenta que fue un milagro cuando ya ha sucedido.

Se cuenta y presume que Radiohead tocó en sus inicios en nuestro querido Teatro San Francisco y hoy antes ustedes, conciudadanos, rindo mi sincera confesión: Marky Ramone hizo lo propio y fuimos contados los favorecidos de la furia de sus baquetas y lo frío de su sudor.

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