Apenas el pasado día viernes por la tarde – noche, sucedió una tragedia en el municipio de Tlahuelilpan estado de Hidalgo; por alguna causa, probablemente el robo de hidrocarburos, abrieron un ducto y aproximadamente 1,000 personas acudieron a surtirse del preciado combustible.

Lo que nadie esperaba es que iniciara un incendio y la consecuente explosión, con resultados fatales, más de 100 personas afectadas entre muertos y heridos.

Me hizo recordar cientos de imágenes que hemos visto, cuando un camión se vuelca y trae consigo alimentos, artículos del hogar o cualquier otro consumible, vemos lo que hoy llamamos rapiña.

Estoy seguro que de las mil personas presentes en la terrible y lamentable explosión ocurrida, la mayoría de ellos no tuvo siquiera responsabilidad en abrir el ducto, sino que aprovecharon el momento para abastecerse.

No obstante lo anterior, fue el mejor ejemplo de que, así como somos una gran nación, con gente noble y solidaria en grandes tragedias como los terremotos, de igual manera tenemos costumbres arraigadas como el aprovechar momentos para hacernos de bienes y servicios sin temor a violentar la ley.

Muchos criticamos a los gobiernos de todos los colores, es decir, de distintos partidos políticos, y nos escandalizamos por sus decisiones y/o sus acciones, pero poco nos detenemos a observar que pareciera, los verdaderos cambios inician en uno y no en los demás.

De manera inmediata, tanto integrantes de cuerpos de auxilio y seguridad de los gobiernos federal y estatal acudieron al lugar de los hechos, gente solidaria ofreció agua, alimentos básicos e inclusive materiales de curación; estábamos “tapando el pozo después de ahogado el niño”, como coloquialmente decimos los mexicanos.

Pero lejos de culpar a las autoridades y buscar culpables, esta terrible tragedia nos debe dejar enseñanzas básicas, como el que la educación empieza en casa. Nos escandalizamos de graves crímenes de organizaciones empoderadas, de políticos corruptos y de administraciones municipales, estatales y federales que en ocasiones muestras desinterés y hasta ineptitud.

En realidad, vemos la paja en el ojo ajeno y todos opinamos sobre todos los temas como grandes expertos, sin embargo poco o nada hacemos para cambiar, en primer lugar, nuestra realidad inmediata; esto es, criticamos toda acción, pero somos omisos en nuestras obligaciones cotidianas y más sencillas.

Votamos por gobernantes por hartazgo más que por convencimiento y después de un tiempo, nos decepcionamos porque cada día los productos se encarecen y las oportunidades se disminuyen, pero en casa no movemos un dedo por ayudar desde la limpieza, hasta la educación de nuestros hijos.

Las escuelas nos dan conocimientos, la familia formación; de verdad que desearía la tragedia con la que inicié esta columna no hubiere ocurrido, pero de igual manera tengo la esperanza de que nos deje enseñanzas para cambiar nuestro entorno.

Por hoy me despido, esperando tus comentarios.
Hasta la próxima.

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *