“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo no me salvo yo”.
José Ortega y Gasset
Meditaciones del Quijote en 1914
Fueron varias semanas de frustración en el rostro de amigos y familiares. Federico Reyes Heroles, colaborador de am, lo relató en el extremo: muchos conocidos comenzaron por tener problemas de presión, de problemas médicos por la angustia.
En todos los periódicos y en la radio (no veo TV abierta) se escucha la crítica cotidiana de lo que sucede ya con el nuevo gobierno. En otra columna había calculado que el daño económico llegaba ya a medio billón de pesos (500 mil millones), el equivalente a dos aeropuertos de Texcoco. Más que el presupuesto de Guanajuato en un sexenio.
Ante la destrucción de proyectos, mercados y la posible migración del talento en la función pública, decidí platicar con un amigo secretario de Estado. Teníamos que hacer algo. No podíamos quedarnos con los brazos cruzados mientas observábamos los incendios. Esa entrevista logró lo que no hacía desde hace 40 años: saltar al ruedo, como dice Enrique Krauze en su columna de ayer. Jamás participé en partido alguno porque los periodistas tenemos la obligación de ser independientes, plurales y dar cabida a todas las corrientes del pensamiento.
El asunto que nos ocupa no tiene ya que ver con partidos, sino con una verdadera emergencia nacional. Incluso con la posibilidad de que veamos disminuidas nuestras libertades y cancelado el futuro de crecimiento económico y de armonía social. Venimos de la peor crisis de corrupción, de la inseguridad que ciega 2 mil 500 vidas al mes sin que nadie pueda evitarlo. El triunfo de Morena fue la respuesta de la mayoría de los electores al hartazgo de tres sexenios de escándalos y gobiernos lejanos a las aspiraciones de esa mayoría.
El problema es lo que vemos: ninguna de las medidas anunciadas antes de la toma de protesta obedecen a la razón ni solucionan algo. En lugar de acercarnos a la prosperidad y a la paz, prometen abrir una zanja entre los mexicanos, prometen destrucción del trabajo y un paro de la inversión privada por la desconfianza.
Así como los votantes del falso dilema entre Texcoco y Santa Lucía no tenían la menor idea de su decisión, la mayoría comprenderá y sufrirá al tiempo los efectos de políticas irracionales. No de izquierda o derecha, no de avanzada o conservadoras, sino políticas sin pies ni cabeza.
Así, el sábado, reunido en familia, decidí iniciar un grupo (abierto) para canalizar toda la energía de quienes ven la tormenta en el horizonte y dicen: “Dios mío, ¿que hago para que esto no crezca, para que México no se convierta en un remedo de Venezuela?”
Entre el miedo a represalias y la angustia de disentir y proteger el patrimonio, muchos se quedan al margen y no participan. Los partidos no son democráticos, ni siquiera tienen planes para atraer miembros. Resulta difícil que un partido tenga la fortaleza moral y política para hacer frente a lo que viene (ojalá me equivoque en esto).
La tarea nos queda a los ciudadanos y antes que empresario o periodista, soy ciudadano y escucho con nítida claridad la voz del maestro José Ortega y Gasset. El único afán es dar cauce a esa energía de millones de personas, encerrada en la frustración de no poder hacer algo. Claro que podemos hacer y mucho. Facebook. Grupo Texcoco. (Continuará)
