Al final todo lo de a consulta fue un engaño. La ciencia de la estadística y las encuestas pudieron resolver con mayor perfección y en pocos días (con cero demagogia) lo que opinan la mayoría de los mexicanos. Veamos:

Con tres casas encuestadoras profesionales, una muestra aleatoria del padrón electoral, una institución como el INE en la supervisión y en una semana tendríamos un resultado preciso de lo que quiere la mayoría al 98 por ciento de seguridad en el resultado.

Pero no, así no lo planteó AMLO porque conocía el resultado. Se tuvo que diseñar una consulta con urnas abiertas, sin controles, amañada en los lugares que se realizó y sin ningún rigor estadístico. Todo un circo para validar lo que su “dedito” quería. Su promesa no podía estar fuera de duda, ni él equivocarse en lo que predijo.

La honestidad no sólo se mide en el cuidado del dinero de los demás, en el respeto a las propiedades públicas y privadas que no nos pertenecen. La corrupción también se da en el ámbito de las ideas y el intelecto. Quien nos trata de engañar corrompe el pacto de respeto entre gobernantes y gobernados; una regla implícita de las relaciones humanas que el propio Benito Juárez estableció como el respeto al derecho ajeno.

Si bien los ciudadanos tenemos derecho a que no se roben nuestras contribuciones, a que no haya mafias en el poder haciendo negocios a costa del erario, también tenemos derecho a que no se burlen de nuestra inteligencia.

La Consulta no tuvo nada de científica porque no fue aleatoria, porque no se le permitió tener la misma posibilidad de votar a todos los electores como el 2 de julio. Tampoco fue legal porque no la preveía ninguna ley y el Gobierno o sus representantes sólo pueden hacer lo que la ley les permita. Sobre todo fue un engaño porque la decisión técnica de una obra de infraestructura no pueden decidirla personas que no tienen ni la más remota idea de qué les están hablando.

Imagine que mañana consultan en Temacapulín, Jalisco, si quieren el acueducto del Zapotillo a León. La respuesta sería un rotundo no. Si la encuesta se hace en León, la inmensa mayoría votaría a favor. Aún así, ni los habitantes de Jalisco ni los guanajuatenses conocemos todo lo que implica el proyecto.

Ensombrece el futuro que el primer acto del Presidente Electo sea inventarse una consulta ilegal, irracional, amañada y oscura desde su financiamiento hasta la imparcialidad de sus realizadores. Pero lo más grave es que quiere endosarle al “pueblo sabio” la decisión de terminar con el proyecto más importante de México. Hay una corrupción intelectual básica en hacer lo que no se debe hacer y tratar de engañar a todos.

A veces me pregunto si no habrá dos o tres hombres de bien que le digan a AMLO la verdad. ¿Dónde está Poncho Romo y Marcelo Ebrard; dónde Ricardo Monreal o el propio Dr. Juan Ramón de la Fuente? Ninguno de ellos puede sostener que Santa Lucía es una respuesta sensata; ninguno tiraría a la basura como presidente el avance de Texcoco. La corrupción intelectual es tan grave o peor que la material.

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