Subió en Actopan para vender pulseras pero no dijo su nombre. Era delgado, no muy alto en su edad indefinida, grandes ojos negros y lacios cabellos largos. Agregó que venía de Honduras, que estaba de paso nada más.
Avanzó entre las personas que no alcanzaron lugar, amontonadas en el pasillo, bajo la pesada mirada del conductor que se reflejaba en el espejo retrovisor.
Vendía pulseras hechas a mano con hilos de colores, rojos y azules, colocadas en un tronco de madera hueco y su pequeña mano lo sostenía, ofrecía a diez pesos cada una o lo que gustara cooperar.
Su cabeza sobresalía por poco de los estrechos asientos de los pasajeros, por lo que era necesario bajar la mirada con tal de ver de quién era esa voz metálica, fuerte e intensa, pero a la vez tan infantil.
Caminó como pudo, empujado por los cuerpos indiferentes, de mujeres con la bolsa del mandado, de hombres que miraban impacientes la hora en que debían llegar al trabajo o regresar a casa, de los jóvenes que escuchan distraídos música o duermen.
Llevaba una mochila, tenis desgastados en sus diminutos pies, pantalón de mezclilla azul, roto de las rodillas y una playera gris con un estampado que perdió forma y color por las lluvias y el calor del camino.
Aquella tarde, el camión de la línea Autobuses del Valle del Mezquital (AVM) avanzaba lento bajo el sol del mediodía, donde ya es común que suban migrantes centroamericanos para pedir ayuda de los pasajeros.
Como este niño, el Instituto Nacional de Migración (INM) ha deportado a 90 menores de edad que pasaban por Hidalgo durante el actual año.
Al escapar de la violencia de la mara, en busca de trabajo para sostener a sus familias, a los migrantes provenientes de Honduras, Guatemala y El Salvador se les ve abordando estos autobuses para vender y pedir ayuda.
Incluso, en algunos casos, los conductores los acosan y los dejan descender lejos de la ruta que llevaban los migrantes.
Una vez el padre Alejandro Solalinde alertó que el gobierno de Hidalgo, una entidad que se caracteriza por el constante paso de migrantes en la zona Tula Tepeji y en Tepeapulco, está en deuda con las personas que van de paso.
Y llamó a las autoridades a apoyar iniciativas como la casa del Samaritano, en Bojay, Atitalaquia, que dignifica el tránsito de las personas migrantes mediante un trato digno e igualitario.
Que las imágenes de cientos de centroamericanos en su intento por pasar la frontera y llegar a Estados Unidos sean un llamado al gobierno de Hidalgo y la sociedad para ayudar a los migrantes que a diario, como el niño del autobús del AVM, transitan por el estado.
