Todos los días, desde hace unos años, tenemos que publicar el listado de asesinatos dolosos en Guanajuato. Al principio había sorpresa y asombro. Con el tiempo los editores tuvieron que recurrir a palabras nuevas para no repetir las de siempre: balaceado, ejecutado de tantas balas, acribillados, asesinados y otras descripciones.
El viernes reportamos el día más trágico de la historia con 24 muertos en 24 horas, aunque otros periódicos nacionales contaron hasta 28. En nuestras ediciones había discrepancias, en la edición de Celaya era una cifra, en la de León otra. Cuando le pregunte al director de los periódicos, Jesús Padilla, comentó que el problema era que los cierres de edición son a distinta hora, por lo tanto los muertos se van acumulando como avanza la noche.
En la edición de Salamanca publicamos un encabezado distinto. Una observación del reportero; un niño de unos 10 años aparece en una foto frente a un soldado que resguarda la escena del crimen. Al fondo, un cuerpo cubierto. “¿Qué le pasó a mi papá?”, le pregunta al militar.
El soldado trata de consolarlo.
Era casi imposible no llorar y contener la imaginación de lo que pasaría por la mente del niño; el sufrimiento del impacto de la súbita orfandad y el destino mutilado en unos minutos.
En esa misma edición de Salamanca, consignamos la ejecución de un empleado de PEMEX. La diferencia era que el hijo con el que viajaba no tenía que preguntar. Había sido testigo del destrozo de su padre. “Lo ejecutan frente a su hijo”, fue la descripción del editor.
En Guanajuato llegamos al fin del sexenio más sangriento de que se tenga memoria desde la Revolución. Los pretextos de las autoridades federales, estatales y municipales pasan de un lado a otro. Incluso llegan al insulto de la inteligencia de quienes los eligieron. La última fue que se había reducido el número de policías en el estado de 8 mil a 6 mil. Nunca entendimos si el funcionario estatal quería echarle la culpa a los municipios.
Tampoco entendimos cuando un funcionario dijo: “se están matando entre ellos”. La peor aberración e inhumanidad para quienes se dicen devotos de su religión. Y si los responsables de las instituciones dicen que “tienen la conciencia tranquila”, no debieran siquiera mencionarlo. A menos que no tengan conciencia.
La historia contará la verdad de su ineptitud y desdén humano. Los huérfanos y viudas; los padres con hijos ultimados, no tendrán la paz de quienes dicen hacer lo que pudieron cuando es falso. Pudieron hacer mucho más.
En Guanajuato a nadie se debe de matar. Punto. Ese es el ideal de la sociedad desarrollada a la que aspiramos.
En países de buenos gobiernos suceden en un año los asesinatos que aquí pasan en un día.
Pero el sexenio por fortuna ya termina. Si el nuevo gobernante deja a los mismos funcionarios de seguridad y procuración de justicia, tendrá que cargar sobre sus hombros la decisión más difícil.
Sabemos que es la prioridad para Diego Sinhué Rodríguez atender el problema de inmediato. Si triunfa con ellos (todos lo anhelamos), dejará en el peor de los sitios a su mentor. Sabremos y confirmaremos que sin voluntad política, sin carácter y decisión no tiene sentido gobernar. (Continuará)
