En contra de lo que dicta la creencia popular “de que en Pachuca no pasa nada”, los que estamos inmersos en el mundo de las letras, la reflexión crítica y el desarrollo cultural, percibimos algo nuevo y esperanzador: un fenómeno que algunos podrían llamar “boom”.
Desde hace tiempo la gente que está dedicada a esto no ha encontrado en las instituciones del estado el respaldo suficiente, ni en apoyos financieros ni en las intenciones; situaciones que los han llevado a organizarse por sí mismos, creando sus propias asociaciones, colectivos y grupos que realizan todo tipo de eventos y prácticas: desde talleres hasta presentaciones de libros o círculos de lectura.
La premisa es simple: no podemos esperar a que venga una fuerza externa a ayudarnos, si algo saldrá tendrá que venir de nuestra propia mano, aquella filosofía del “hágalo usted mismo”.
Nada de esto es realmente nuevo, sería ingenuo creer que las resistencias o los excepcionales esfuerzos nunca han existido, lo cierto es que históricamente han estado profundamente dispersos, dando la batalla desde una trinchera aislada, quizás eso es lo meritorio de nuestros tiempos: la articulación.
Y al hablar de tiempos no podemos asumir que se trata de un triunfo únicamente generacional, porque en realidad se ha vinculado el presente con las experiencias profundamente valiosas del pasado y siempre teniendo en mente a las próximas juventudes.
Citando al filósofo hidalguense Luis Arístides: “de pronto hay conexiones, se juntan cosas que antes estaban dispersas. Se generan condiciones, cuyas cualidades ya no están en las partes que las conforman por sí solas. Es ese movimiento de eclosión, como el brote de una flor, lo que evoca el boom”.
En este sentido se habla de un boom, no como efímera moda, en la que de pronto todos escriben y leen poesía; en todo caso es sentar y crear las posibilidades para lograr comunidad, una en la que todas las voces tengan la fuerza necesaria y los apoyos, que ya no deban transitar los espinosos caminos en perpetua soledad. Es abrir los espacios, iniciar la conversación, incitar al espíritu crítico.
Hay que centrar la atención en la dinámica rectora del concepto “comunidad”, en la renuncia de los egos. En donde es más importante el grupo que el mero individuo, sin tener que renunciar tampoco a sus más profundos deseos, en todo caso es ponerlos en sintonía con los demás, un espacio en el que todos puedan lograrlos, sin tener que aplastar los sueños ajenos. Dejar a “los otros” para llegar al “nosotros”.
Y regresando a la metáfora del boom como semilla que deviene en flor, tenemos que ser cuidadosos y hasta humildes, porque no sabemos a ciencia cierta qué tipo de planta estamos cultivando, ni cuáles serán sus frutos, si serán comestibles o es pura maleza, ya que es imposible predecir el impacto o los efectos, a lo mucho podemos aspirar a profetizarlos y tratar de conjurarlos.
Lo que nos queda realmente es seguir trabajando, sentar las condiciones, generar alianzas (que impidan que descuidemos la calidad de nuestros esfuerzos) y de alguna manera esperar con mucha paciencia, pues sólo el tiempo nos dirá qué tipo de boom era el nuestro: una grandiosa explosión o un simple retortijón en el estómago.
