A lo largo de la vida he aprendido por experiencia propia que a muchos de nosotros nos cuesta demasiado negarnos ante las peticiones de los demás. Queremos vivir tranquilos y preferimos darles gusto, aceptando todo, incluso cuando no estamos de acuerdo.

No podemos pensar más en los demás que en nosotros mismos por miedo a ser rechazados, juzgados o simplemente porque queremos pertenecer a un entorno social especifico.

Entiendo que a veces el concepto de un círculo social es el que genera un trayecto, un camino un tanto autoritario, exigente, demandante e incluso humillante, y si no pensamos como ellos nos sentimos exiliados. 

Destaco que no es nuestra responsabilidad cumplir todos sus deseos porque te verás siempre en contra de tu propia voluntad, de tus gustos, de tus deseos, de tus creencias, de tus valores, de tu educación, de tus iniciativas y de tus principios.

Con los años generamos ciertos patrones aprendidos, que van de generación en generación, acerca del mal y del bien, de lo que es correcto o incorrecto. Estos crean nuestra identidad. Forman nuestra individualidad, pero nadie nos garantiza si lo aprendido aplica para todos nosotros o si es verdad. 

Como se trata de algo aprendido, siempre estamos a tiempo de modificarlo, ya que si tú quieres siempre podrás aprender algo nuevo o desaprender patrones que no te han llevado a descubrir tu verdadera esencia.

Cuando nunca nos negamos podemos ser manipulados, podemos caer en chantajes, sentir mucha presión al complacer al otro, llevándote por muchos sentimientos, incluso el peor (al menos para mí) que es la culpa. 

Experimentarás ansiedad al verte convertido en títere de alguien más, afectando tú paz, tú tranquilidad, tú autoestima, tú seguridad, tú autorespeto y te aseguro que verás cómo se esfuma tu dignidad.

Si le dices que sí a todos permitirás que abusen de ti, que ‘te agarren de bajada’ como dicen popularmente. 

Puedes pasar por injusticias, ver cómo te explotan, cómo te hacen bullying y, lo más grave, es que te podrías acostumbrar a ser tratado así, convirtiendo la situación en parte de tu estilo de vida. 

Cuando llegue a ti la conciencia vas a estar enojado contigo mismo, frustrado, sintiendo impotencia al no poder modificar el pasado, porque descubriste que alguien más pisoteo tu dignidad o simplemente viviste lo que alguien más quería y no tu propia vida. 

Insisto, nada que vaya en contra de tus derechos personales, de tus gustos, merece ser tomado en cuenta, menos al grado de que te olvides que tú también piensas, sientes y anhelas.

Se dice que somos seres sociales, que de manera directa o indirecta pertenecemos a una sociedad por el simple hecho de que al final todos necesitamos de todos, así que te aconsejo rodearte de personas lo más parecidas a ti, que jamás te condicionen, su amor, su amistad, su tiempo. Si conoces personas que sí lo hacen mejor aléjate de ellas porque las relaciones humanas personales no son un negocio, más bien es algo recíproco.

Cuando llegamos a sentir enojo, inconformidad, incomodidad ante alguna injusticia, se llama indignación; y más que ser parte de un drama, es bueno sentirla para poner límites. Es como ponernos en marcha para que la balanza esté equilibrada, esto es lo más elocuente: el equilibrio, porque anormal sería permitir humillaciones, agresiones y descortesías sin que pienses un minuto que no te lo mereces. 

Si hay personas que dicen: “merezco ser maltratado, es mi culpa, por lo que hice o lo que no hice”, eso no es verdad, no forjes esas fantasías en tu mente, porque no hay verdad absoluta.

Con esto no estoy diciendo que ahora tú te vuelas el agresor, el intolerante, el terco o el inflexible. 

Si te has dado cuenta que debes aprender a decir que no, bueno, tampoco te queda ahora que quieras ser el verdugo de los demás, porque no es tu esencia. 

Nunca he dicho que las personas que no saben decir no, son unas dejadas. Yo considero que son personas nobles, que deben seguir con esa balanza de equilibrio. 

Pasarse a los extremos es incorrecto porque a veces terminamos haciendo cosas que nos lastiman más a nosotros mismos que a los otros. Te pongo un ejemplo: alguien que grita o que no infunde respeto sino temor… y, bueno, el cuento se cuenta solo.

Yo más bien te propongo que seas asertivo, esto te permitirá no caer en los malos sentimientos que ya mencioné en la parte de arriba. Ser consciente de dónde y con quién es bueno decir no, así podrías recuperar tu autenticidad, sabrás defender tu bienestar, el ser asertivo te ayudará a no sentir insatisfacción por tus actos, te sentirás fuerte dejando atrás la debilidad al momento de defender lo que piensas, podrías expresar de la mejor manera tus desacuerdos, sin manipular, lastimar, humillar o violar los derechos de los demás. Recuerda que no importa lo que digas sino cómo lo digas.

Aprender a ser asertivo te llevará a evitar que algunas situaciones se salgan de control o terminen mal. Ya que al ver que no estás oprimido evitarás explosiones o ataques impulsivos.

Saber decir no te permite sentirte conforme, te afirma sobre quién eres, qué quieres y qué necesitas, así te conocerás y te convertirás en la mejor versión de ti mismo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *