Hay momentos en que la historia se tuerce, donde se pierden oportunidades como en un partido de fútbol de final de campeonato. El delantero, sólo frente al marco echa la pelota hacia fuera. Eso pasó cuando Eliseo Martínez Pérez fue sacado del juego en forma arbitraria por el Yunque y Vicente Fox.
Pero hubo una ocasión en que el “sistema” priísta del pasado se equivocó con un costo indecible para el país. Fue después de la tragedia 1968, fue cuando Gustavo Díaz Ordaz, un presidente sobrio y duro, escoge a su sucesor. Había dos posibilidades: la primera era designar candidato a Don Antonio Ortiz Mena, el secretario de Hacienda que lograra el mayor crecimiento económico del país (sin inflación y sin petróleo) en la década de los sesentas. Díaz Ordaz se equivoca y manda de candidato a Luis Echeverría Álvarez, quien en campaña inició el impulso de un “tercermundismo” absurdo. Con el tiempo el propio Díaz Ordaz declaró que había sido el peor error de su vida. A México le costo la primera gran devaluación y desestabilización política y social. Estoy convencido de que México tendría al menos el doble de ingreso por habitante si no se hubiera equivocado Díaz Ordaz. Su error de no haber contenido las manifestaciones de 68 que terminaron en un baño de sangre que propició su segunda falla. Tal vez lo hizo porque creía que un funcionario técnico como Ortiz Mena no respondería a las circunstancias políticas después de la tragedia. Eso se puede repetir.
Desde hace muchos años no recibíamos en am a un candidato de la preparación y capacidad de José Antonio Meade. En un periódico se debe publicar primero el contenido de la entrevista de 20 minutos y después la opinión de quien la realizó. Cambiamos el orden de los factores y no alteraremos el producto. Meade es simplemente brillante. Después de pasar por la Secretaría de Energía, la de Desarrollo Social, la Cancillería y dos veces por la Secretaría de Hacienda, es sin lugar a dudas el mexicano que mayor horizonte abarca en su conocimiento del país y el extranjero. En tiempos del PRI todo poderoso, la decisión de Enrique Peña Nieto hubiera sido impecable. Hoy la elección será de los ciudadanos en una competencia democrática. Será la mayoría la que acierte o se equivoque, al menos la responsabilidad será compartida.
Meade tiene respuestas concretas y específicas para todos los temas porque conoce todo a detalle y sabe cómo transformar al país. Incluso ha tomado decisiones duras como el famoso “gasolinazo”, medicina amarga para mantener la estabilidad macroeconómica. Su dimensión intelectual es de otro liga. Ni Calderón, ni Fox ni el propio Peña Nieto se le acercan en preparación y en horizonte. Él ve desde una colina mucho más elevada y lo hace con la virtud de la sencillez.
Estoy convencido de que no hay alguien más competente para gobernar a México en los años que vienen. Es el Ortiz Mena, el Ernesto Zedillo de su generación. Y aún más allá, puede convertirse en el gran transformador de las instituciones.
Su espectro de conocimientos amalgama la economía y el derecho; la política y la técnica. “Pero es del PRI”, dicen mis amigos y familiares que odian con razón a ese partido. Esperemos que no sea el odio sino la esperanza la que guíe nuestra decisión.
