Irapuato, Guanajuato.- Un docente ejemplar, un amigo confiable, mentor, consejero, buen padre y esposo, siempre entregado a su labor, así es como se le recuerda al maestro José Andrade Romero, quien en enero de 2021 perdió la batalla contra la enfermedad COVID-19.
El profesor, Andrade Romero, quien habría cumplido 63 años este 2021, es uno de los 88 docentes que han fallecido por COVID-19 en el estado. A finales de diciembre de 2020 se contagió del virus en una visita a un banco en la ciudad de Silao, y días después, el 5 de enero de 2021, perdió la vida.
El “Profe Andrade” nació en mayo de 1958 en la comunidad Albarradones, años después se mudó a la ciudad de León con su familia, donde estudió en la escuela normal de Educación Física.
Su primera plaza como profesor de Educación Física se la asignaron en el Estado de Guerrero, pero el destino lo llevó a trabajar en Atotonilco, Jalisco, donde conoció a su esposa, la señora María Cristina Jiménez Rivera, con quien tuvo a sus hijas Cristian y Esmeralda y a su hijo Óscar.
Tras regresar a Guanajuato, tuvo la oportunidad de trabajar en la Escuela Secundaria Técnica no. 32 de Irapuato, donde hasta antes del inicio de la pandemia laboró de forma presencial como coordinador, cargo que tuvo hasta el último día de su vida.
Durante sus 43 años de trayectoria, el Profe Andrade trabajó en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), en el Congreso del Estado, la escuela Margarita Solís y en el colegio Guadalupe Victoria.
Tras su muerte, se le realizaron varios homenajes y se develaron dos placas en la escuela Secundaria no. 32 y el colegio Guadalupe Victoria, no sólo como un reconocimiento a su persona y trayectoria, sino para dejar un testimonio de su calidad como persona.
Era un maestro muy dedicado
Era un maestro muy dedicado, en la escuela siempre ha sido muy conocido, su muerte trascendió hasta Estados Unidos, hay gente que nos ha mandado mensajes, muchos alumnos lo querían, hay generaciones completas que le han dedicado actividades”, señaló su hijo Óscar Josué Andrade Jiménez.
El maestro Óscar recuerda a su papá como un hombre siempre dedicado, que entregaba sus tiempos incluso los sábados, para mejorar la secundaria no. 32, que siempre estuvo ahí para sus alumnos.
Fue un papá muy amoroso, muy dedicado a nosotros, muy chiquión, aquí todo mundo le tenía respeto, salía y todos los alumnos se acercaban, era todo amor, todo cariño”, refirió.
Él recuerda con dolor los últimos días de su papá, quien tuvo que ser tratado en casa por la saturación hospitalaria que se vivió esos meses, y que finalmente, tuvo atención en la clínica del IMSS en Irapuato, donde su vida terminó en paz.
A través de contar su historia, su hijo Óscar relata el legado de su padre, extranándolo como muchas otras personas que caminaron junto a él durante su trayectoria docente y que lo recuerdan como una persona única.
Descanse en paz.
