El kiosco del Parque Florencio Antillón desapareció hace años evidenciando las fallidas obras de rehabilitación, al grado de perder el valor histórico y arquitectónico de una época. De él sólo queda la memoria gráfica de algunas litografías y fotografías.
De igual forma el mobiliario, pues de las 75 bancas originales sólo quedan 26; lo único que se puede decir que permanece con un 80 por ciento de su autenticidad histórica son los 400 metros lineales del barandal, que sufrió la restauración en esta última etapa de rehabilitación.
De la vegetación, sólo queda el recuerdo, miles de plantas se murieron, unas por descuido de las autoridades al no tener cuidado en el manejo de la vegetación, y otras literalmente murieron a manos de inexpertos que las arrancaron de raíz.
Palmillas, azucenas, acacias, helechos, orejas de elefante, variedad de moras, pinos, además de una gran variedad de árboles como eucaliptos, fresnos, tabachines, jacarandas, truenos y bugambilias, fueron destruidos durante la última etapa de rehabilitación.
Canteras con valor histórico, durante los trabajos fueron dañadas y 683 piezas más se perdieron de las bodegas de Obra Pública. Un daño irreparable al patrimonio histórico.
La fuente de acero, restaurada en la tercera etapa, también ha sufrido daños irreparables, como la desaparición del ‘Niño meón’, que era característico en los ornatos de las fuentes de la época.
