Durante el gobierno de Florencio Antillón, específicamente en 1872, se decidió construir un teatro cuya importancia monumental lo ubicara entre los mejores de la República Mexicana.
El edificio hubo de levantarse en un predio en el que siglos antes se había edificado el primer convento de franciscanos descalzos o dieguinos.
En 1873 inició el proyecto el arquitecto José Noriega. Sin embargo, el triunfo de los rebeldes obligó a Antillón a dejar el ejercicio de la gubernatura y la obra quedó detenida. Sería hasta el año de 1892 durante el gobierno estatal de Manuel González, cuando se inició la segunda etapa constructiva del teatro. Para esta segunda etapa fueron contratados el arquitecto Antonio Rivas Mercado y el ingeniero Alberto Malo.
Un nuevo gobierno porfirista encabezado por el inicialmente gobernador interino y más tarde gobernador constitucional Joaquín Obregón González, llegaría al poder y sería el que impulsara una tercera y definitiva etapa constructiva. Treinta años había demorado concluir el teatro, la aristocracia guanajuatense por fin tenía su lujoso escenario, siendo inaugurado el 27 de octubre de 1903.

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