Poesía, danza, palabras y cantos en otomí conforman el montaje escénico “Un lugar llamado Thoterifani”, que se presentó como parte de la programación de la segunda edición del Festival Internacional A Escena Abierta.
Entre el olor del copal, el actor Desiderio Däxuni nos comparte la historia de su familia, principalmente de las tres mujeres que son el pilar de su memoria, su tía Sofía la que guarda la tradición y la lengua ancestral; Margarita, la que preserva la vida y Rosa, la madre que expande el mundo.
A través de cuatro danzas, cuatro puntos cardinales y cuatro sucesos que marcaron su vida deleitó al público con sus palabras, en algunos momentos divaga entre sus recuerdos y habla sobre la vida de sus ancestros, de como en un principio no entendía a su tía Sofia, pues ella hablaba otomí y él no hablaba la lengua materna porque su madre decidió ocultar su pasado.
El ritual escénico inició con algunos cantos, el actor se encontraba sentado entre el público y poco a poco se dirigió al escenario, de pronto comenzó a narrar la historia de vida de sus familiares, de sus rituales y de esa relación tan sutil con la madre naturaleza.
De pronto se escuchó la música, él se expresó a través de diferentes movimientos con las piernas, con las manos, con la cara, mientras sus ojos contienen algunas lágrimas, sin embargo, continuó con la presentación que enriqueció la historia oral de sus raíces.
Los recuerdos se hacen inminentes, cada una se fortalece, en su momento describe a su tía con tanta dulzura y nostalgia, una mujer sencilla del campo que se encargaba de preparar la comida para sus hijos y sus nietos; que no conocía algo más allá de su habitual mundo.
También nos cuenta que tuvo tres maridos y que fue una mujer coqueta, sensual y que en su primer encuentro no le entendía nada, pero conforme se acercó a sus familiares que hablaban otomí se introdujo a la lengua y pudo tener comunicación con ella.
También añora a Rosa, su madre, aquella mujer que le dio la vida y que le permitió conocer a las otras personas que integran su árbol genealógico. De pronto las lágrimas caen por las mejillas, el público contiene el aliento, otros dejan que el agua salada resbale por sus rostros.
Al final muestra una foto de Rosa y él, los dos muy contentos, lamentablemente Rosa no pudo continuar la función aunque su alma estuvo presente todo el tiempo. Los aplausos invaden cada rincón del primer patio del Mesón de San Antonio.
