Octavio Mendoza, mejor conocido como La Bruja de Texcoco, trajo a las pantallas del Festival Internacional Cervantino un espectáculo lleno de música y colores.

Presentado en vivo desde el Centro Cultural Helénico de la Ciudad de México, La Bruja de Texcoco cuenta a través de ritmos precolombinos y letras inspiradas en culturas indígenas, la historia de una búsqueda de identidad que rechaza la masculinidad.

Foto: Cortesía

Es un homenaje a la transfeminidad mexicana de los muxe, que es el género de aquellas personas que nacen con genitales masculinos y asumen roles femeninos en la cultura zapoteca.

El espectáculo se compuso, en su mayoría, de piezas originales, y su intérprete dijo al respecto que “la música me lleva por un viaje de la feminidad y la transición”.

Piezas como “Chéni” fueron un claro ejemplo de esto, pues la canción habla sobre el miedo que genera la autenticidad, y fue una de las primeras en ser interpretadas.

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Fue una presentación emotiva sobre encontrar una identidad propia y aferrarse a ella en medio de una sociedad que constantemente te dice que no puedes ser lo que deseas.

La Bruja de Texcoco dejó muy claro esto al decir, “yo de niño soñaba con ser una sirena. Si pudiera volver le diría a ese niño que sí podrá ser una sirena, pero con sus propias batallas”.

El álbum más reciente de La Bruja de Texcoco se titula “De brujas, panteras y chachalacas” incluye los temas “Té de Malvón” y “Suite Aquelarre”, los cuales hacen referencia a los saberes y rituales que le dan vida al folclor mexicano.

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