León.- El Rockstar Burger de Distrito León se transformó en un templo del amor, la sensualidad y el delirio musical la noche de este viernes.
Ante más de 300 asistentes, Adanowsky (el multifacético músico, actor y performer hijo del escritor Alejandro Jodorowsky) subió al escenario enfundado en su personaje más seductor: Amador.
Desde los primeros acordes, el artista atrapó a su público en una atmósfera entre lo místico y lo teatral.
Con luces rojas, humo y un aire de cabaret moderno, presentó los temas de su más reciente producción, Amador, un álbum que celebra el amor en todas sus formas, sin etiquetas ni juicios.
Esta noche venimos a amar, a soltar el miedo, a recordar que el amor también es locura”, dijo Adanowsky con una sonrisa pícara, mientras el público lo ovacionaba entre gritos y copas en alto.
El setlist incluyó canciones como “Mi vida”, “Si te amo”, “La vida es” y la hipnótica “Me siento solo”, piezas donde la melancolía y el deseo se funden en un sonido retro con tintes de funk y balada francesa.
En cada interpretación, Adanowsky no solo cantaba: actuaba, seducía, improvisaba, incluso lanzó un meneo de caderas al estilo Elvis.
El músico, acompañado de una banda, convirtió el escenario en una extensión de su cuerpo y su discurso.
Entre canción y canción, el artista compartió reflexiones sobre la conexión humana y el poder transformador del amor.
“Cuando entiendes que amar es un acto revolucionario, dejas de tener miedo a sentir”, expresó, arrancando aplausos sinceros.
El público, compuesto por fieles seguidores y curiosos que se dejaron seducir por la fama del personaje, respondió con energía, coreando y acompañando cada movimiento. Otros comían papas, hamburguesas bautizadas con nombres de míticos músicos del rock.
Hubo momentos de baile, de risas y de silencio reverente, como en “Amor sin fin”, donde la voz de Adanowsky se quebró apenas lo justo para transmitir vulnerabilidad.
El cierre fue una fiesta emocional. “Gracias, León, por amar conmigo esta noche”, dijo antes de despedirse con “Amador”, tema que da nombre al disco y que resume la esencia del espectáculo: una experiencia de comunión artística y emocional.
Con el público de pie y gritando su nombre, Adanowsky se retiró del escenario dejando una promesa flotando en el aire: la de seguir cantando al amor como si fuera la última religión posible.
LCCR
